Propaganda Chií Iraní

La propaganda iraní y sus filiales occidentales quieren que la gente crea que el problema con el ISIS es de tipo ideológico. Como por lo visto el grupo terrorista promueve el wahabismo (una austera interpretación del islam nacida cerca de Riad en el siglo XVIII), erradicar al ISIS es imposible sin acabar con el wahabismo y socavar a su patrocinador, el Gobierno saudí.

Como tiene problemas con Turquía, la propaganda chií iraní pretende que la gente crea que el Gobierno islamista de Recep Tayyip Erdogan ha abierto las fronteras para que combatientes y armas entren en territorio del ISIS. Teherán, y ahora también Moscú, acusan a la familia Erdogan de obtener petróleo del grupo terrorista a precios reducidos y de conseguir grandes beneficios al revenderlo en todo el mundo.

En Irak, la propaganda iraní y los agentes iraquíes al servicio de Teherán sostienen que Norteamérica creó al ISIS y sigue patrocinándolo.

En el Líbano, los protegidos de Irán insisten en que el objetivo de los intermitentes ataques aéreos israelíes contra objetivos de Asad y de Hezbolá es reforzar las endebles líneas de los terroristas contrarios al régimen sirio.

Y cuando no lo hace a través de mensajeros, la propaganda iraní suele conectar a los terroristas del ISIS con el Califato Omeya, una dinastía medieval que reinó en Damasco; de esta forma presenta la lucha contra el Estado Islámico como la continuación de una rivalidad del siglo VII.

Así pues, según la propaganda iraní, el ISIS nació en el siglo VII, su ideología es wahabista, su patrocinador es la Turquía suní y lo apoyan Estados Unidos e Israel.

Pero la propaganda es eso, propaganda: una versión retorcida –a veces hasta tal punto que desafía la lógica– al servicio de un programa político. Cuando se pone a prueba, la descripción chií del ISIS y de sus protectores no se sostiene.

Los líderes y el núcleo duro del ISIS son suníes hanafíes iraquíes, que se distinguen sustancialmente de los wahabistas suníes de inspiración hanbalí. Por ejemplo, mientras que el wahabismo rechaza los santuarios, los suníes iraquíes –lo mismo que los chiíes– honran esos lugares sagrados. La tumba del imán Abuhanifa, el jurista fundador del islam hanafí, se encuentra en el distrito de Azamiya, en Bagdad, al otro lado del río frente al santuario de los imanes chiles Musa Alkazem y Mohamed Alyawad, en el distrito de Kazimiya. El puente que une ambos distritos se conoce como el puente de los imanes.

La brutalidad del ISIS es más baazista que wahabista.[Leer el artículo] Su austera interpretación del islam podría estar inspirada por el wahabismo, pero entronca con el movimiento de islamización iniciado en Irán en 1979 que, desde entonces, ha barrido la región.

A su regreso del exilio iraní en 2003, lo primero en los planes de los chiíes iraquíes que tomaron el poder en Bagdad era enmendar las leyes civiles laicas de Sadam y sustituirlas por una ley religiosa que, según ellos, estaba de acuerdo con la cultura y las tradiciones iraquíes. En marzo de 2014 mujeres iraquíes salieron a las calles para protestar contra otra regulación chií que permitía casarse a las niñas de 9 años.

La propaganda iraní falla cuando hace del ISIS una asociación islamista turco-saudí. Aunque ambas sean suníes, Arabia Saudí y Turquía tienen divergencias en cuestiones religiosas. Al austero wahabismo le cuesta aceptar la veneración turca a los antepasados, así como su tolerancia a sectas esotéricas musulmanas, como los alevíes y los sufíes, entre otros. En Estambul, entre las atracciones turísticas más populares figuran reliquias que supuestamente fueron propiedad del profeta Mahoma y de su familia. Para el wahabismo, ese tipo de reliquias equivalen a la idolatría.

La parte más absurda de la propaganda chií iraní es la acusación de que Estados Unidos creó y patrocina al ISIS, lo cual ignora por completo el hecho de que milicias chiíes iraquíes han contado con armamento y cobertura aérea estadounidenses en su guerra contra el Estado Islámico.

De hecho, Irán ha logrado volver a la mayoría de los chiíes iraquíes en contra de Norteamérica, de modo que los ha convertido en la comunidad más desagradecida del mundo. Pese a que Estados Unidos derrocó al suní Sadam Husein y entregó Bagdad a sus oponentes chiíes, éstos nunca le han dado las gracias. En cambio, insisten en que esos mismos estadounidenses que lideran su guerra contra el ISIS están armando al grupo terrorista, y juran luchar contra cualquier soldado norteamericano que se una a la lucha contra el Estado Islámico.

El ISIS ha sido un instrumento muy útil para los peores dictadores del mundo. Asad afirma que su guerra contra los sirios tiene como fin erradicar al grupo. Rusia pretende que su expansión en Oriente Medio forma parte de su guerra global contra el terrorismo, personificado en el Estado Islámico. Irán se niega a ver los matices existentes entre las diversas comunidades suníes, y los mete a todos en el mismo saco, el de los radicales, al que conecta con los omeyas, la dinastía que, presuntamente, usurpó a los chiíes el liderazgo del islam en el 632, y que inició la tradición de perseguirlos.

La propaganda chií (iraní, iraquí o libanesa) trata de presentar a todos los rivales de Irán como terroristas del ISIS. Esa propaganda es contradictoria, induce a error y, en suma, es falsa.

© Versión original (en inglés): NOW
© Versión en español: Revista El Medio

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