CONFLICTOS ACTUALES EN EL CERCANO Y MEDIO ORIENTE

 ITINERARIO

Si esta conferencia sobre la situación en el Cercano y Medio Oriente hubiera sido dada un día antes del 11 de septiembre de 2001, su foco central y exclusivo  habría sido el conflicto entre Israel y la Autoridad Nacional Palestina (ANP) y sus aliados árabes.

Pocas horas después, diecinueve terroristas, cuatro aviones secuestrados desviados de sus rutas y usados como misiles, casi tres mil muertos y una enorme e incontable cantidad de heridos, abrieron el camino a un verdadero cambio de paradigma -es decir del marco teórico y del conjunto de esquemas preexistentes-, cuyo centro de gravedad es la llamada “guerra global contra el terror”, que por su misma dinámica está destinada a durar muchos años y tal vez décadas.

El 11 de septiembre de 2001 ha sido el umbral de un cambio irreversible a nivel global, caracterizado por una transformación fundamental en el equilibrio de poder del planeta; vector a su vez de un derrame en las regiones del Cercano y Medio Oriente, que en conjunto encierran un inapreciable valor estratégico para el control mundial; no sólo por sus enormes reservas de petróleo y gas, sino por ser la región palestina -hoy Israel y los territorios bajo la Autoridad Nacional Palestina- el cruce de Europa, Asia y Africa.

Cabe destacar que este cambio violento y brutal originado en los ataques mencionados, había sido precedido años atrás por un gran “hecho portador de futuro”, como fue el desmembramiento del régimen comunista soviético y su inmediata consecuencia, la parición del “nuevo orden internacional”, con su consecuente impacto en los países que constituían el bloque bajo proceso de desintegración.

Además, paralelamente, otros hechos singulares que constituirían un verdadero quiebre de ciertas tendencias -esencia de los llamados “hechos portadores de futuro”- que han sido asimismo el punto de partida hacia muchos de los principales escenarios que observamos actualmente en el mundo:

  • Cambios demográficos nacionales, regionales y globales.
  • Revolución tecnológica.
  • Cambios económicos globales.
  • Crecimiento de la religiosidad en ciertas regiones del mundo.
  • Política exterior de los EE.UU. y el rechazo que esta genera en gran parte del mundo.
  • Revoluciones en la práctica y la seguridad tecnológica.
  • Cambios en los roles del Estado y la ley.

Pero muy especialmente y en lo que concierne a esta disertación:

  • Agudización incontenible del proceso de globalización, como también del manejo y concentración creciente de sus herramientas de control.
  • Crecimiento de la espiritualidad en aquellos países con población mayoritariamente musulmana, que luego fue expandiéndose a las comunidades islámicas radicadas en continentes o regiones de origen cristiano, como es el caso de Europa. Asimismo y en un sentido contrario, el decrecimiento de la espiritualidad y la virtual desacralización de la Cristiandad, abrumada hoy por la nihilidad, que no es otra cosa que la cualidad de no ser nada.
  • Incremento demográfico de las familias musulmanas, en casi todo el mundo, acompañadas de una brutal caída del índice de la natalidad de los matrimonios cristianos –nuevamente debe citarse el caso de Europa-, lo cual conduce lenta pero inexorablemente a una nueva y tal vez irreversible configuración demográfica del viejo continente. Además, rechazo de muchos inmigrantes al proceso de asimilación a los países-huésped, como también de estas comunidades a aceptar en su seno a personas de origen extranjero, a pesar de haber adquirido estos la carta de ciudadanía, lo que ha creado una situación social realmente explosiva.

Hubiera resultado imposible abordar con claridad los temas de esta conferencia, sin al menos hacer hincapié en el “telón de fondo” que acompaña los principales conflictos que azotan el planeta. No sólo desde luego la denominada “guerra global contra el terror”, sino la gran sucesión de conflictos concatenados de mediana y alta intensidad en el Cercano y Medio Oriente, de cuya resolución dependerá la seguridad mundial en las décadas venideras.

Los cinco años de “guerra contra el terror” no han arrojado resultados positivos para el mundo, sino todo lo contrario:

Al-Qaeda Central -es decir la organización trasnacional sunnita fundadora de la red que lleva su nombre- ha sido sensiblemente degradada por la captura y asesinato de muchos de sus principales comandantes y planificadores operacionales, como también en su capacidad operacional para lanzar ataques masivos de la magnitud del 11 de septiembre de 2001.

Sin embargo, han crecido en torno suyo decenas de grupos yihadistas, formados en su mayoría por cuadros adoctrinados y entrenados por Osama Bin Laden y sus lugartenientes en Afganistán, que comparten con Al-Qaeda Central las mismas estrategias y objetivos a largo plazo, como asimismo las grandes líneas de su doctrina de guerra y tácticas operacionales.

Dichas organizaciones afiliadas se han convertido en una verdadera amenaza contra la seguridad internacional, habida cuenta de que por la estrecha relación establecida con miembros de distintas colectividades en el exterior, pudieron implantar y/o apoyar a células de ataque y apoyo logístico como las que lanzaron atentados en España, Gran Bretaña, Indonesia, India, Jordania y Egipto.

Como si dicha amenaza no fuera suficiente, ha surgido un nuevo anillo -u “horneada”- de terroristas, muchos de ellos ciudadanos de países europeos e incluso de EE.UU. de varias generaciones, quienes luego de autoconvocarse se agrupan en células para planificar ataques como los ejecutados en el World Trade Center de Nueva York en 1993 o en Londres en 2005.

No existieron hasta hoy y por el momento mas ataques masivos terroristas en territorio de los EE.UU., pero las intervenciones militares en países como Afganistán e Irak -la primera plenamente justificada; no así la segunda- no han logrado alcanzar ninguno de sus objetivos operacionales. Por el contrario y como puede observarse, ambas intervenciones están al borde del abismo, que técnicamente hablando, solo podría evitarse con un importante incremento de las fuerzas militares en el terreno, decisión que la Casa Blanca  parece no estar dispuesta a realizar. Al margen, desde ya, que sus aliados británicos parecen poco dispuestos a continuar como parte de esas campañas.

El “itinerario” de esta exposición -que intentará ser breve para dar lugar a las preguntas que los presentes deseen formular- nos traslada primero a Afganistán, para continuar luego con Irak y el Líbano, y culminar con el conflicto entre Israel y la Autoridad Nacional Palestina, por el anhelo del pueblo que esta representa de fundar un Estado soberano e independiente.

GUERRA CONTRA AFGANISTAN Y LA SITUACION ACTUAL

 GENERALIDADES

La primera escala nos lleva a Afganistán, un país mediterráneo -es decir rodeado de tierra, sin salida al mar- que fue unificado en 1747 por el Shah Ahmad Durrani, quien unificó a las tribus pastunes, grupo étnico de 25 millones de personas que constituye la mitad de la población afgana y son mayoría en la frontera noroeste de Pakistán.

Su territorio actual abarca 647.500 kilómetros cuadrados y las últimas estimaciones sobre su población arrojan 31.056.997 personas.

Afganistán tiene fronteras con China (76 Km.), Irán (936 Km.), Pakistán (2.430 Km.), Tayikistán (1.206 Km.), Turkmenistán (744 Km.) y Uzbekistán (137 Km.).

Se encuentran enraizadas en el país etnias de tan diferente orígenes como los pastunes (42%), tayikos (27%), hazaras (9%), uzbecos (9%), aimaqs (4%), beluchis (2%), como también brahuis, koochis, ismaelíes, qizilbashs, fars, nuristaníes, hindúes y judíos.

Las lenguas afganas tampoco escapan a la misma diversidad observada con las etnias, ya que se habla en afgano persa o dari (oficial, 50%), en pastú o pashto (oficial, 35%), lenguajes turcos como el uzbeco y el turcomano (11%) y treinta menores como el beluchi y el pashai (4%). Dado el contacto permanente entre las diferentes etnias, es posible observar personas que dominan dos  o más lenguas.

SINTESIS HISTORICA

Afganistán fue siempre un país importante -desde el punto de vista geopolítico- para los grandes imperios que se disputaban el dominio de la región, como sucedió cuando los rusos llegaron a la región en el siglo XVIII, con el doble propósito de salir a los mares cálidos y al mismo tiempo controlar la retaguardia de su entonces principal enemigo en Asia, el imperio Otomano.

Un siglo más tarde y habiendo sido ya controlada la India por los ingleses, estos trataron de dominar el valle del Indo, con el objeto de limitar los movimientos de las tribus nómadas que les creaban problemas de control -por demás todavía incipiente- de sus dominios y, asimismo, terminar con los refugios donde se cobijaban los rebeldes indios que se oponían a la invasión británica.

Para comprender mejor la historia y actualidad del país, en su enorme complejidad, es importante destacar que Afganistán compartió un destino común con Irán y Pakistán desde tiempos inmemoriales.

Los afganos libraron dos guerras prolongadas y una de pocos meses con Gran Bretaña.

Primera Guerra

Tuvo lugar entre 1839 y 1842 y terminó con la derrota británica y el triunfo del monarca prorruso Dost Mohammed Shah.

Segunda Guerra

Se desarrolló entre 1878 y 1880, pero en este caso terminó con el triunfo británico, el derrocamiento de la dinastía Durrani y el despojo de los territorios afganos al sur del Khyber. El gobierno pasó a manos de un gobernante (emir) títere del gobierno británico, con lo cuál perdió el manejo de su política exterior. No obstante, los ingleses devolvieron el control de la faja territorial que prolonga el territorio afgano hasta la frontera con China, con el objeto de evitar límites comunes con el imperio ruso.

Tercera Guerra

La tercera y definitiva guerra con fuerzas inglesas duró solamente cuatro meses y Afganistán pudo finalmente librarse del dominio británico en 1919 (el 19 de agosto de este año es la fecha de la Independencia), gracias al alzamiento de Amanullah Kan, nieto del emir impuesto tiempo atrás por Gran Bretaña. Este fue a su derrocado en 1929 por un clan descendiente de la dinastía destronada en 1870, quien coronó a un nuevo rey, de nombre Mohammed Nadir Shah.

La Unión Soviética fue la primera en reconocer al nuevo régimen afgano y a partir de ese momento y por muchos años brindó apoyo financiero al país, que comenzó a adquirir una gran dependencia de Moscú dado el cierre de la frontera entre Afganistán y Paquistán por disputas territoriales.

“Estado-tapón”, pero además por mucho tiempo sin límites territoriales precisos, Afganistán adoptó en 1931 una Constitución que reconoció el poder de los jefes tribales locales, sistema que fue impugnado en 1953.

En los años que merecen mencionarse y que condujeron a la invasión soviética, se sucedieron varios gobernantes:

Sardar Mohammed Daoud Khan

Presidente desde 1973 hasta que fue asesinado con gran parte de su familia, ocurrido el 28 de abril de 1978.

Nur Mohammed Taraki

Figura política y poeta amateur -bajo cuyo corto mandato el país pasó a llamarse República Democrática de Afganistán (RDA)-, inauguró una etapa institucional que se prolongaría hasta abril de 1992. Taraki fue presidente, primer ministro y secretario general del partido gobernante, poder que luego pasó a compartir con el viceprimer ministro Hafuizullah Amin, perteneciente a una facción enemiga de figuras como Babrak Karmal y Mohammed Najibullah. En diciembre de 1978 Taraki patrocinó un tratado de amistad con la Unión Soviética, que luego fue usado para intentar dar una cobertura legal a la invasión de Afganistán. Este mandatario afgano fue finalmente ahogado con una almohada por algunos guardias en su propio palacio, por orden de Hafuizullah Amin.

Hafizullah Amin

Fue el segundo presidente durante el período de la República Democrática de Afganistán, cargo que ejerció por poco más de tres meses, hasta que también fue asesinado junto a 200 guardias de

elite por fuerzas especiales (“Spetsnaz”) de la KGB soviética, disfrazados con uniformes afganos. Los soviéticos, poco después, anunciaron que habían actuado según el “Tratado de Amistad y Buena Vecindad” firmado en 1978 por el entonces presidente Tariki. La URSS adjudicó el asesinato de Amin al Comité Central  Revolucionario Afgano, quien designó al siguiente mandatario, Babrak Karmal, quien se encontraba en el exterior bajo la protección de Moscú.

Babrak Karmal

Un elegante actor y una de las figuras comunistas más conocidas, no pudo sostenerse en el poder a pesar de contar con el apoyo soviético; finalmente murió de cáncer en Moscú. Alí Mohammed Chamkani, un poderoso líder tribal que había sido vicepresidente bajo el gobierno de Babrak Karmal, ejerció interinamente la presidencia de Afganistán.

Mohammed Najibullah

Perteneciente a la etnia pastún, asumió como cuarto (algunos lo consideran el segundo) y último presidente comunista quien fue considerado por los historiadores como uno de los más capaces del período comunista. Logró conservar el poder durante seis años, hasta que fue salvajemente torturado y asesinado el 27 de septiembre de 1996 por una unidad talibana de cinco hombres, bajo órdenes del “Inter Service Intelligence” (ISI), el temible servicio de inteligencia militar paquistaní. La resistida invasión y ocupación de Afganistán por parte de la URSS duró hasta 1989, y costó la vida a un millón de afganos, mientras que varios millones huyeron a otros países, como Paquistán e Irán. Finalmente, la durísima resistencia armada de los combatientes musulmanes anticomunistas, que contaban con apoyo internacional y muy especialmente de los EE.UU., obligó al ejército soviético a retirarse derrotado.

EE.UU. aportó dinero, tecnología, conocimiento, entrenamiento y técnicas de combate moderno a los dirigentes y grupos musulmanes más intransigentes, dispuestos a desarrollar operaciones de desestabilización dentro de la entonces “área de influencia” de la ahora difunta URSS, quienes garantizaban que nunca volverían sobre sus pasos o pactarían con las autoridades ni con los servicios de inteligencia del bloque comunista. Este apoyo cobró inusitado vigor durante la invasión de las fuerzas soviéticas a Afganistán y la guerra de este país por su independencia del yugo soviético.

Arabia Saudita aportó cuantiosos fondos a las redes yihadistas que accionaban en Afganistán y posteriormente a la misma Al-Qaeda, proporcionados incluso por miembros de la familia real    -no confundir esto con la Casa Real-, adeptos a la organización de Osama Bin Laden. El reino saudita está dominado por el sector moderado de la escuela wahabita, que alimenta en su versión más extremista a muchos cuadros de dicha red terrorista, formados por eruditos religiosos musulmanes extremistas que tienen una notable influencia en este país.

Pakistán, a través del servicio de inteligencia mencionado (ISI), fue también un actor fundamental y socio de los EE.UU. en el proceso de construcción de una red terrorista islámica;  colaboraba con todo tipo de medios con los refugiados afganos, muchos de ellos afiliados posteriormente al Talibán. Apoyo que también se extendió a los “árabes afganos”, reclutados más adelante por una nueva organización, conocida como Al-Qaeda, que significa “La Base”.

Al-Qaeda y su alianza con el Talibán

La participación de Osama Bin Laden en la primera fase de su estancia en Afganistán data de 1979.

La caída del régimen comunista dio lugar a una cruenta guerra civil entre los combatientes musulmanes, que condujo a su vez el triunfo del Talibán, un movimiento extremista patrocinado por el gobierno paquistaní, que tomó Kabul en 1996 y la mayor parte del país en 1998, con excepción de las áreas controladas por la Alianza del Norte

La fecha de la fundación de Al-Qaeda data de 1988 aproximadamente. Su embrión fue “Servicios Sociales” (Maktab al Khidamat lil Mujahidin al-Arab), una organización de ayuda a combatientes de las brigadas musulmanas internacionales opuestas a la invasión soviética de Afganistán. Esta respaldaba también a grupos que luchaban en diferentes regiones, incluyendo Bosnia, durante la prolongada guerra civil en los Balcanes.

 Cuando Arabia Saudita expulsó a Osama Bin Laden, este trasladó su centro de operaciones a Jartum, donde comenzó a establecer negocios legítimos, una especie de cobertura para sus otras actividades ilegales, que se extendieron desde 1991 a 1996.

Lugo, Arabia Saudita comenzó a presionar a Pakistán para que este país se encargara de controlar a los combatientes islamistas que operaban cerca de la frontera con Afganistán.

Osama Bin Laden pagó entonces una enorme suma de dinero, de su propia fortuna, para que se sumaran a sus filas 480 veteranos de la guerra en Afganistán contra los soviéticos.

También en 1994, luego de sufrir grandes presiones por parte de los EE.UU. y Arabia Saudita, Sudán expulsó a Osama Bin Laden, quien se trasladó definitivamente a Afganistán, donde logró una especie de alianza y tutelaje sobre el régimen de los talibanes y una relación especial con su líder, el mullah Mohammed Omar.

 Lo notable de la alianza entre Al-Qaeda y el Gobierno talibán, es que en  no se da aquí el caso de un Estado patrocinador de una organización terrorista, sino que es esta la que asume el control de ese Estado, dándole una agenda de política exterior de la cual carecía, su guiado ideológico y -además- una inagotable asistencia financiera.

En febrero de 1998, Osama Bin Laden anunció la alianza con otras organizaciones, que se llamó “Frente Islámico Internacional por el Yihad contra los Judíos y Cruzados”, emitiendo una declaración en la que mediante una fatwa (sentencia teológica irrevocable) se autorizan los ataques a blancos civiles.

Culminando una serie de ataques terroristas contra blancos de los EE.UU., -tal los casos de los ataques en agosto de 1998 contra las embajadas de este país en Kenia y Tanzania y el lanzado contra el navío USS Cole en el Golfo de Aden, que tuvo lugar el 12 de octubre de 2000, comandos suicidas de Al-Qaeda concretaron las operaciones que destruyeron las Torres Gemelas y parte del Pentágono el día 11 de septiembre de 2001.

La responsabilidad de esa red y del mismo Osama Bin Laden en los ataques del 11 de septiembre de 2001 están debidamente probadas por:

  • Declaraciones videograbadas de Osama Bin Laden, en noviembre de 2001 y abril de 2002, en las que explicó detalles de la operación y cómo los resultados superaron sus expectativas.
  • Registros videograbados dados a conocer recientemente, en los que aparece el jefe de los comandos de ataque del 11 de septiembre, Mohammed Atta, visitando en Afganistán el campamento en que se encontraba Osama Bin Laden.
  • Comunicaciones entre miembros de la Red Al-Qaeda.
  • Registros financieros.
  • Otra pruebas, circunstanciales.
  • Informes de inteligencia que no pueden judicializarse para salvaguardar agentes y redes de espionaje.

Luego de convertir a Afganistán en una base territorial terrorista de Al-Qaeda, tanto esta organización como el régimen talibán fueron derrotados luego de una dura pero corta campaña militar conjunta entre los EE.UU. y fuerzas terrestres aliadas del país y la región.

La denominada “Alianza del Norte” -integrada por los “Señores de la Guerra” enemigos del régimen de Kabul y de sus socios qaedistas-, tuvo un rol trascendental durante la guerra que culminó con el derrocamiento del régimen talibán y el reinado de Al-Qaeda en Afganistán.

 La dispersión del Estado Mayor de Al-Qaeda y sus principales cuadros, es el punto inicial de la profunda metamorfosis operada en la estructura de la organización, que ha pasado a convertirse en un movimiento al cual se han integrado actualmente organizaciones y grupos asociados y adheridos según distintos niveles de pertenencia.

 La campaña militar en Afganistán fue una justa operación de castigo a un régimen nefasto, el de los talibanes aliados de Al-Qaeda, que ofrecía a la multinacional terrorista una enorme base territorial, campos de entrenamiento, armas, escuelas de adoctrinamiento y, además, su propio sistema financiero estatal para lavar dinero de origen criminal, proveniente del narcotráfico y otras actividades criminales.

LAS NUEVAS INSTITUCIONES

 Poder Ejecutivo

A fines de 2001 tuvo lugar en Alemania una conferencia destinada a iniciar un largo proceso de reconstrucción, que sentó las bases para la adopción de una nueva constitución y una elección presidencial en 2004, que consagró como primer presidente elegido mediante comicios a Hamid Karzai. Luego de elecciones para constituir una Asamblea Nacional, este alto cuerpo legislativo

fue inaugurado el 19 de diciembre de 2005. El ex rey Zahir Shah mantiene el título de “Padre de la Patria” y preside algunos actos simbólicamente, pero carece de autoridad y su título no es hereditario.

Poder Legislativo

La Asamblea Nacional es bicameral y consiste en la “Wolesi Jirga” o “Casa del Pueblo” y la “Meshrano Jirga” o “Casa de los Ancianos”. La primera no tiene más de 249 asientos y la segunda 102 y en este último caso se elige de la siguiente manera:

  • Un tercio desde concejos provinciales y por un término de cuatro años.
  • Un tercio desde concejos distritales y por un término de tres años.
  • Un tercio por designación presidencial y por el término de cinco años, que incluye dos representantes de la etnia kuchi y dos de discapacitados. Lo interesante es que la mitad de las designaciones serán mujeres.

En ocasiones excepcionales, el Gobierno afgano puede convocar una “Loja Jirga” o “Gran Consejo” como sucedió anteriormente; esto este sistema solo puede aplicarse con la etnia mayoritaria, los pastunes -ya que es parte de su tradición-, pero sería inconcebible hacerlo -por ejemplo- entre talibanes y antitalibanes.

Poder Judicial

La Constitución afgana establece que la Stera Mahkama o “Corte Suprema” tenga nueve miembros designados por el presidente y por un término de diez años, con la aprobación de la Wolesi Jirga (“Casa del Pueblo”). Los jueces fueron designados ad interim y aunque dichos nombramientos quedan pendientes de las resoluciones que pueda tomar la Asamblea Nacional sobre sus mandatos.

LOS DESAFIOS DE LA ACTUALIDAD

La situación actual de Afganistán, luego de los cinco años transcurridos desde el inicio del ataque estadounidense que condujo al derrocamiento del régimen talibán, está caracterizada por un recrudecimiento de la violencia y de las acciones terroristas lideradas nuevamente por los cuadros de Al-Qaeda y del Talibán que lograron refugiarse en las regiones montañosas que separan al país de su vecino Paquistán.

El régimen paquistaní del general Parvez Musharraf debe transitar como sobre el filo de una navaja, dado el delicado equilibrio de las fuerzas que lo sostienen en el poder. También -para no pecar de ingenuidad-, porque el servicio de inteligencia de su país no ha podido ser depurado hasta ahora de elementos extremistas que simpatizan con el Talibán y hasta con la misma Al-Qaeda.

Si el presidente Musharraf diera su aprobación a EE.UU. para operar en los enclaves donde se refugian los cuadros duros talibanes y qaedistas -incluyendo al mismo Osama Bin Laden-, la conmoción interior sería de tal magnitud que podría acabar con un aliado imprescindible como es Paquistán. Un aliado que cuenta con decenas de ojivas nucleares, las cuales podrían caer fácilmente en manos extremistas si se produjera un cambio que colocara en el poder a sectores extremistas.

Semanas pasadas, en oportunidad de una reunión en la Casa Blanca, pudo verse la poco disimulada hostilidad entre los presidentes Parvez Musharraf y Hamid Karzai, como asimismo declaraciones del primero sobre una amenaza por parte de un ex funcionario de la Administración, quien le habría dicho que su país sería reducido a la Edad de Piedra si Paquistán no colaboraba en la guerra con el terrorismo.

Pocos días atrás, el comandante de la Fuerza de Asistencia de Seguridad Internacional en Afganistán (ISAF, por sus siglas en inglés), general británico David Richards, afirmó «no podemos continuar alienando a la población de la manera en que conozco está pasando». Prometió adoptar un estilo más “amigable” para revertir la situación, como también que usaría el poderío militar “no sólo para derrotar al Talibán sino para asegurar el futuro de los poblados», refiriéndose especialmente a los del sur afgano. En otro comentario hecho un día después, advirtió que Afganistán atraviesa un punto crítico, y que el Talibán podría contar pronto con el apoyo de la mayoría de los afganos; que si la vida no mejora en los próximos seis meses, el 70 por ciento podría cambiar de bando y apoyar al Talibán.

Si bien las condiciones de seguridad en el país se han agravado durante las últimas semanas, en que murieron más miembros de la OTAN que en 2005, las quejas más duras de la población están centradas en la carencia de servicios básicos esenciales, que no llegan a muchas regiones del país.

Las fuerzas terroristas han logrado controlar la producción de opio en algunos lugares del sur afgano, con lo cuál tienen recursos más que suficientes para financiar sus actividades en el país, como también la de las redes con que cuentan en los países vecinos y otras regiones, pero muy especialmente en Paquistán. Por otra parte, los “señores de la guerra” aliados del gobierno y que controlan varias provincias afganas, también trafican con narcóticos, actividad que las fuerzas de la OTAN están por el momento incapacitadas para combatir.

Resulta imposible pensar que la misión de prevenir las actividades futuras de los talibanes pueda tener éxito, si no se controla el narcotráfico y no se desarrollan políticas tendientes a sumar a la población afgana a los planes de estabilizar las nuevas instituciones del país.

Sería asimismo ingenuo creer que el futuro del país estará de alguna manera desvinculado de la amenaza proveniente del crecimiento de organizaciones y redes terroristas a nivel regional y local.

Tampoco debería soslayarse el hecho de que varios millones de afganos son de origen pastún y que resultaría necesario crear una brecha entre esta etnia y los movimientos terroristas encarnados en la red Al-Qaeda, que cuentan con apoyos concretos en el vecino Paquistán.

Ante la situación que puede apreciarse en Afganistán, no resulta posible trazar una probable evolución que contenga muchas soluciones no violentas, ya que las tendencias que se observan actualmente sugieren todo lo contrario, frente al crecimiento extremista, pero también como consecuencia de la desatención y asistencia al conflicto afgano por parte de EE.UU., a diferencia de lo que sucede en Irak.

Al comienzo de la exposición sobre Afganistán, se ha hecho referencia a que de alguna manera su historia, su presente y su futuro no puede desvincularse de los vecinos Paquistán e Irán.

La debilidad estadounidense e incluso de todas las fuerzas de la OTAN frente al peligro que representan los ataques de grupos talibanes reagrupados y rearmados luego de la derrota sufrida en 2001, está relacionada entre otros factores a que el número de tropas estadounidenses y aliadas resulta insuficiente para mantener el control del país. Si las fuerzas comunistas soviéticas no pudieron prevalecer en Afganistán con 300.000 efectivos, resulta difícil pensar que EE.UU. y sus aliados estarán en condiciones de mantener fácilmente sus posiciones frente al avance extremista, que además cuenta con sólidos apoyos en el vecino Paquistán.

Descartando un acuerdo con Irán frente a una inminente crisis internacional que podría enfrentarlo militarmente a EE.UU. y a sus aliados, no resultaría descabellado sugerir como parte de una solución viable a largo plazo, procurar un pacto a largo plazo entre Afganistán y Paquistán.

De no lograrse un acuerdo que neutralice la actividad extremista -alianza entre Kabul e Islamabad mediante-, la situación podría empeorar paulatinamente en ambos países, hasta el punto de convertirse en un conflicto de mayor intensidad, interconectado territorialmente con otros de la región y en el marco del movimiento yihadista global.


 LA DRAMATICA ENCRUCIJADA DE IRAK

 

GENERALIDADES

 La segunda escala de esta exposición nos lleva a la cuna de civilizaciones y de una historia milenaria como es Irak, uno de los países más ricos del Medio Oriente, hoy devastado, que se encuentra en un estado de guerra civil de baja intensidad, aunque en camino a convertirse en una confrontación total.

La tierra en la que florecieron las culturas sumeria, acadia, babilónica, asiria, persa, seléucida, parta y sasánida, está hoy habitada por árabes (75%-80%), curdos (15%-20%), turcomanos, asirios y otros (5%), y prevalece la religión musulmana (chiítas: 60%-65%; sunnitas: 32%-37%), mientras que cristianos y otras confesiones apenas superan un 3%.

Irak abarca 437.072 kilómetros cuadrados, y limita con Arabia Saudita (814 Km.), Irán (1.450 Km.), Jordania (181 Km.), Kuwait (240 Km.), Siria (605 Km.) y Turquía (352 Km.).

Las últimas estimaciones sobre su población (CIA, 2006; sitio del Gobierno de Irak) afirman que Irak cuenta con 26.783.383 habitantes, cifra que puede ser cuestionable, luego de las recientes acusaciones que se han hecho sobre el número de muertes acaecidas desde el inicio de la guerra en 2003.

En cuanto a los idiomas, se habla árabe, curdo (es oficial en las regiones donde prevalece la etnia), asirio y armenio.

SINTESIS HISTORICA

Como sucedió con muchos territorios que formaban parte del imperio Otomano hasta que este fue desmembrado, Irak fue ocupado por Gran Bretaña durante la I Guerra Mundial. Faisal Ibn Hussein, de la familia de los hachemitas, fue un de los grandes líderes de la Rebelión Arabe conjuntamente con el coronel inglés Thomas Edward Lawrence, más conocido como Lawrence de Arabia. Faisal I fue proclamado más tarde rey de Irak, donde reinó desde 1921 a 1933, aunque el poder real estuvo ejercido por Gran Bretaña hasta el 3 de octubre de 1932, fecha en que el país fue admitido por la Sociedad de las Naciones como Estado independiente.

Faisal I fue el principal interlocutor árabe con dirigentes sionistas como Chaim Weizmann, con quienes mantuvo una relación plagada de hechos que fueron muchas veces motivo de controversias para los cronistas de la época y también para los historiadores.

Fue sucedido por su hijo, Gazi I, un monarca joven y muy hábil, pero de vida disoluta, que murió en un accidente automovilístico, aunque algunos historiadores atribuyen ese hecho a un complot británico.

Lo sucedió su hijo, Faisal II, pero como era niño al morir su padre, su tío Abdallah gobernó como regente hasta su mayoría de edad en 1953. Luego de haber formado una especie de reino unido con su primo Hussein de Jordania, con el objeto de contrarrestar lo que consideraban una amenaza panarabista encabezada por la República Arabe Unida -formada por Egipto y Siria bajo el liderazgo de Gamal Abdel Nasser-, Faisal II y su tío Abdallah fueron asesinados el 14 de julio de 1958 como producto de una conspiración liderada por el militar Abdul Qarim Qassim, quien se hizo cargo de la nueva República a partir de ese momento. Este militar fue a su vez asesinado en febrero de 1963 y fue entonces cuando el Partido Baath tomó el poder encabezado por el general Ahmed Hassan Al-Bakr y el coronel Abdul Salam Arif.

En febrero de 1963 Qasim fue asesinado y el Partido Socialista Arabe (Partido Baath) tomó el poder bajo el liderazgo del general Ahmad Hassan al-Bakr como primer ministro y el coronel Abdul Salam Arif como presidente. Este derrocó luego a Al-Bakr pero murió en un accidente de aviación en abril de 1966, siendo reemplazado por su hermano Abul Rahman Arif, quien a su vez fue derrocado el 17 de julio de 1968 por un grupo de militares y civiles baathistas que reinstalaron en el poder como presidente y también del Consejo del Comando Revolucionario (CCR) al general Ahmed Hassan Al-Bakr, hasta que en julio de 1979 renunció a sus cargos en favor de Saddam Hussein, quien ya era el poder real en el país.

Durante el gobierno de Saddam Hussein, actualmente detenido, se sucedieron diversos hechos de enorme trascendencia regional e internacional:

Desde 1980 y hasta 1988 Irak libró una cruenta guerra con Irán por problemas territoriales.

Debe destacarse muy especialmente que Saddam Hussein fue secretamente alentado y apoyado por casi todas las potencias occidentales, que vieron en esto una oportunidad para neutralizar el creciente desafío regional del país liderado por el ayatolá Ruhollah Jomeini.

En agosto de 1990, Irak invadió Kuwait, país del que fue expulsado por una coalición de fuerzas encabezadas por los EE.UU., las que contaron con mandato de la ONU. Las fuerzas iraquíes fueron aplastadas durante una corta guerra de dos meses, pero el entonces presidente George H. W. Bush (padre) y sus principales asesores, consideraron inconveniente para la estabilidad regional derrocar a Saddam Hussein, a diferencia del actual presidente, George W. Bush, hijo del primer mandatario mencionado.

En el orden interno, el gobierno de Saddam Hussein ha sido responsabilizado de masacrar a opositores curdos con armas químicas, a musulmanes chiítas -especialmente en la región de Basora- y a drenar pantanos para expulsar a los habitantes árabes que vivían allí desde tiempos milenarios. También, de asesinar a opositores religiosos y políticos y a quienes -con razón o sin ella- fueron considerados traidores por su régimen.

La guerra, invasión de Irak y derrocamiento de Saddam Hussein

La invasión y ocupación de Irak -descartados los pretextos que intentaron justificar las acciones de la coalición aliada- estuvieron realmente basadas en razones de índole política, geopolítica, militar, psicológica, económica y financiera, que la Casa Blanca aún ahora se niega a precisar, mientras comienza a dibujarse en el horizonte global la silueta amplificada de un peligroso escenario, que sus analistas senior de inteligencia no perciben ni percibieron nunca y que tal vez no llegarán a hacerlo jamás.

 Resulta imposible a la luz del Derecho internacional, del Derecho natural de gentes y de lo que enseña la ética objetiva, encontrar alguna justificación para las acciones que han llevado a la invasión y ocupación de Irak, so pretexto de la existencia en su arsenal de armas de destrucción masiva, o de contactos de su derrocado gobierno con la organización Al-Qaeda.

No se ha dado ciertamente en el caso iraquí el iustus modus que otorgue una legitimidad de origen y de ejercicio a esta guerra en curso, que no es justa en ningún sentido, sino todo lo contrario. Pero si por el camino del absurdo llegara a admitirse que la invasión a Irak tuvo desde su inicio legitimidad de origen, esto quedaría igualmente invalidado -conforme a la doctrina tradicional- por el hecho de que la legitimidad de ejercicio impone imperativamente que el uso del poder bélico no entrañe males mayores que aquello que se pretende reparar.

Quien les habla tuvo una prolongada relación de casi treinta años con la república de Irak, que además visitó en numerosas oportunidades desde 1979 a 1989 como huésped oficial de su gobierno. Puso así ser testigo del apoyo que casi todos los países occidentales -con EE.UU. y el Reino Unido a la cabeza- brindaron al régimen de Saddam Hussein en la dolorosa guerra de ocho años que su país mantuvo contra Irán.

La guerra cesó cuando ambos contendientes -Irak e Irán- estaban lo suficientemente desgastados y resultaba imposible mantener activa la maquinaria de guerra.

Fue entonces cuando Saddam Hussein, llevado casi hasta los altares por los poderes de Occidente, como una especie de “paladín” contra la amenaza islamista iraní, comenzó lenta pero inexorablemente a ser acusado de dictador cruel y sanguinario, asesino de kurdos y chiítas, aliado de Al-Qaeda y por último criminal de guerra.

No se trata aquí de efectuar una defensa de las acciones del derrocado régimen iraquí, sino simplemente señalar objetivamente el cinismo y la hipocresía de los actores protagónicos de primer orden a escala global que invadieron el país. Asimismo, la suma de acciones equívocas y erráticas que EE.UU. y sus aliados despliegan a lo largo y  lo ancho de los países musulmanes, aumentando y potenciando el peligro terrorista que se pretende combatir.

La campaña en Irak, además de provocar la distracción de recursos civiles y militares valiosísimos, tanto materiales como humanos, en la proclamada guerra contra el terror, abrió las puertas a miles de voluntarios llegados desde países limítrofes, e inició un proceso que parece llevar a ese país a la guerra civil y a la desintegración territorial.

Decenas de miles de muertos civiles iraquíes, casi tres mil estadounidenses caídos en el campo de batalla, atentados con bombas que se han convertido en hechos cotidianos, secuestros seguidos de muerte, decapitaciones, fusilamientos, avalanchas provocadas adrede durante peregrinaciones religiosas, voladuras de mezquitas e iglesias y bandas de criminales organizados, son el resultado de una guerra cuyo verdaderos propósitos están muy lejos de ser admitidos por los máximos responsables de la ocupación de Irak.

La apreciación de quien les habla en cuanto a los motivos que condujeron a EE.UU. a atacar e invadir Irak, sigue siendo la misma de siempre:

  • Contar con una plataforma territorial de lanzamiento de un ataque contra Irán, con el objeto de derrocar al régimen de los ayatolá y colocar en ese país un gobierno proclive a apoyar los objetivos políticos, geopolíticos, económicos y la “guerra contra el terror” conducida por EE.UU.
  • Posicionar fuerzas militares suficientes para presionar al reino saudita a abandonar su ambigua política de entonces hacia el terrorismo islamista y a sumarse decididamente a la “guerra contra el terror”.
  • Enviar un mensaje directo a los países musulmanes y a aquellos que percibieron -luego del 11 de septiembre de 2001- que EE.UU. podía ser vulnerable y hacerles saber que puede derrocar con su maquinaria de guerra y la de sus aliados a cualquier gobierno que represente una amenaza a su seguridad nacional o a sus propios intereses globales.

La invasión y ocupación de Irak fue lanzada por la denominada “Coalición de los Dispuestos” liderada por EE.UU., el Reino Unido y España, basados en la falsa acusación de que el país árabe contaba con armas de destrucción masiva (ADM) listas para su despliegue y, además, que el gobierno de Saddam Hussein mantenía estrechos contactos con la organización Al-Qaeda.

Las investigaciones posteriores probaron que no existían tales ADM y que tampoco habían existido contactos entre el gobierno iraquí y miembros de la red Al-Qaeda.

Justo es decir -sin embargo- que el gobierno de Saddam Hussein realizó un pésimo manejo de las inspecciones ordenadas por la ONU, que tuvieron como objeto obligar a Irak a dar cumplimiento a las resoluciones del Consejo de Seguridad sobre la existencia de dichas ADM, al igual que misiles de alcance superior al autorizado.

Irak no llegó tampoco a certificar en tiempo y forma la destrucción de todas las AMD y / o componentes para fabricarlas, que en realidad se había concretado tiempo antes de la invasión;  sea porque utilizó esa duda para disuadir a las fuerzas dispuestas a atacar Irak, sea por un gravísimo error de discernimiento sobre el alcance del peligro que se avecinaba.

Los invasores establecieron una denominada “Autoridad Provisional de la Coalición”, que administró el país hasta la transferencia de los manejos del Estado a un “Gobierno Interino” iraquí, acto que tuvo lugar el día 28 de junio de 2004, el cual gobernó bajo la “Ley Administrativa Transicional” (TAL, por sus siglas en inglés). El 30 de enero de 2005 y bajo el régimen de la TAL fue elegida una Asamblea Nacional Transicional. A partir de esas elecciones el “Gobierno Transicional Iraquí” (ITG, en inglés) tomó a su cargo la conducción del país, mientras que la Asamblea tuvo la responsabilidad de redactar el borrador de una Constitución permanente para Irak, el cuál fue aprobado el 15 de octubre de 2005 en un referéndum constitucional. Posteriormente, el 15 de diciembre de 2005 tuvo lugar la elección de un nuevo gobierno en Irak.

 

LAS NUEVAS INSTITUCIONES

La forma de gobierno de Irak es oficialmente una “democracia transicional”.

Las autoridades actuales son el Presidente Jalal Talabani (desde el 6 de abril de 2005; curdo, el primero de su etnia en alcanzar tan alto cargo), acompañado por los vicepresidentes Tariq Al-Hashimi (desde el 22 de abril de 2006, sunnita) y Adil Abd Al-Mahdi (chiíta) y el Primer Ministro Nuri Al-Maliki (chiíta) y sus viceprimer ministros Barham Salih (curdo) y Salam Al-Zubai (desde 20 de mayo de 2006; sunnita).

El presidente y los vicepresidentes comprenden el Consejo Presidencial, mientas que el jefe de gobierno es el primer ministro.

El gabinete actual está compuesto por 37 ministros designados por el Consejo Presidencial, más el primer ministro y sus dos viceprimer ministros.

Los jueces de la Suprema Corte  son designados por el primer ministro y confirmados por el Consejo Presidencial.

EL MARTIRIO DEL PUEBLO IRAQUI

La primera conclusión a la que puede llegarse luego de más de tres años de presencia militar estadounidense y de sus aliados en Irak -más allá de lo ya manifestado- es que fueron totalmente subestimadas las letales consecuencias de la invasión y posterior ocupación del país.

El drama desencadenado con la invasión y ocupación de Irak sólo puede explicarse  si se analiza la complicada trama elaborada por los arquitectos de la política exterior estadounidense, tendiente a diseñar un nuevo Medio Oriente, en el marco de la guerra real que se libra por el control del poder regional y global. Trama que tiene entre sus objetivos primarios y finales el control de una región que es también estratégica -por sus vastos recursos energéticos- para los intereses de otros actores protagónicos de primer orden que compiten con EE.UU. en la arena internacional -en casi todas las arenas-, tal el caso de China en la actualidad y potencialmente de la India en un futuro.

Los servicios de inteligencia estadounidenses procesaron y elaboraron sus análisis en base a informaciones falsas convenientemente manipuladas por iraquíes exilados que trabajaron como agentes dobles al servicio de la CIA, pero que en realidad respondían a Irán. Estas fuentes aseguraban que el pueblo iraquí recibiría con beneplácito el derrocamiento de Saddam Hussein y que no habría mayor resistencia. Así, el hábil Irán atrajo hacia un gigantesco arenal movedizo a las fuerzas militares de la Coalición y especialmente a EE.UU., librándose primero del odiado ex presidente iraquí y proyectando a los invasores hacia escenarios que desconocían, con el objeto de llevarlos a una situación de debilidad tal que no tuvieran otra posibilidad que sentarse a la mesa de negociaciones para negociar el futuro diseño del Cercano y Medio Oriente.

De hecho, el derrocamiento de Saddam Hussein ha llevado al poder en Irak -matices al margen-a la misma rama del Islam -la chiíta- que en su versión más extremista reina en Irán desde 1979, abriendo peligrosamente el camino para que el régimen de Teherán pueda extender su poder hasta las costas mismas del Mediterráneo. Luego de la victoria política obtenida por el Hizballah en la reciente guerra con Israel, esta hipótesis ha dejado de ser para Irán un sueño, ya que cualquier vuelco estratégico favorable en la situación mesoriental puede ayudar a concretarlo. De cualquier manera, la situación actual y las tendencias observadas permiten pensar en escenarios que pueden convertirse en una verdadera pesadilla para EE.UU, para el Estado judío, como también para los Estados árabes sunnitas de la región.

Lo grave de la primera etapa de la ocupación es que los EE.UU. -al margen de la sorpresa inicial sobre el surgimiento de la resistencia armada por parte de los partidarios del régimen depuesto no quisieron (o no pudieron) reconocer que había una fuerza insurgente doméstica en progreso,que hacía uso de tácticas propias de los manuales de guerra de guerrillas. Tampoco -y eso es lo más grave-, que a la insurgencia local iban a sumarse cuadros duros de la Red Al-Qaeda, como también miles de voluntarios llegados desde países vecinos para combatir contra la Coalición; alineados en la estrategia de construir un califato islámico regional primero y global después, basada en la agenda mesiánica, milenarista y apocalíptica de Osama Bin Laden y los doctrinarios del yihadismo moderno.

Indudablemente, no solo se cometieron graves errores inicialmente, sino que tampoco hubo por parte de los EE.UU. capacidad o voluntad para ajustar la orientación de sus políticas y la toma de decisiones para la acción a medida que la realidad estallaba frente a los comandantes de sus fuerzas en el terreno.

En lo que al logro del declarado objetivo de la Casa Blanca de construir un régimen democrático “made in USA” concierne, debe concluirse que eso se ha convertido en una misión imposible, simplemente porque carece del poder político y militar para llevarlo adelante; entre otras razones por la situación de extrema debilidad en que se encuentra el mismo presidente George W. Bush de cara al escaso apoyo en los frentes interno e internacional. Hasta el mismo Anthony Cordesman, del Centro para Estudios Estratégicos e Internacionales” (CSIS, en inglés) uno de los más grandes expertos en seguridad internacional, acaba de manifestar en un informe que “La idea de que Irak se convertiría de alguna manera en una democracia y ejemplo que transformaría a la región, fue desde el comienzo una patética fantasía neoconservadora”.

Al margen del estallido de una guerra civil sectaria en Irak, que por el momento es de baja intensidad, la realidad demuestra que las organizaciones terroristas y las milicias que son aceptadas de hecho -como los seguidores del clérigo Moqtada Al-Sadr-, responsables de las masacres diarias que se suceden sin solución alguna a la vista, han extendido su poder en todo el país. Lo grave es que el primer ministro Nuri Al-Maliki -respaldado por EE.UU.- está de hecho secuestrado por milicias como las del clérigo mencionado y otras fuerzas que no tienen ni la visión estratégica ni la grandeza para buscar soluciones integrales y no las que convienen exclusivamente a sus propias facciones.

Las tendencias que pueden observarse en cuanto a la espiral de violencia hacen realmente improbable cualquier solución práctica en los tiempos por venir, aunque el nivel de violencia no ascendiera de nivel hasta llegar a una guerra civil total como la ocurrida en los Balcanes, en el Líbano o hasta en el mismo Congo.

Las informaciones existentes sobre el aumento en el número de refugiados que huyen de Irak es otro factor explosivo a tener en cuenta, ya que la experiencia en otros teatros demuestra hasta que punto muchos campos en que estos suelen concentrarse se convierten en terreno fértil para el reclutamiento de nuevos voluntarios por parte de las organizaciones terroristas.

Teniendo en cuenta que EE.UU. no va a retirarse derrotado de la región, es dable esperar que puedan tomarse medidas que puedan de alguna manera mitigar los sufrimientos del pueblo iraquí, desacelerar y hacer descender la violencia, proveer a la reconstrucción del país, dar a la población la asistencia social de la cual carece y que solamente brindan las milicias, tal como ha sucedido en los casos de HAMAS en los Territorios Palestinos y con el Hizballah en el Líbano.

Pero para lograr todo eso, hacen falta seguridad y estabilidad.

Nuevamente y frente a las graves tensiones existentes, como en el caso de Irán, el futuro de la estabilización y reconstrucción de Irak es sin duda un objetivo con una baja probabilidad de ocurrencia.


EL LIBANO Y LA RECIENTE GUERRA ENTRE ISRAEL Y EL MOVIMIENTO TERRORISTA HIZBALLAH

 GENERALIDADES

 La tercera escala nos lleva a uno de los países más bellos del Cercano Oriente, Líbano, tierra en la que transitaron los antiguos fenicios, crisol de razas y de confesiones religiosas desde tiempos muy antiguos, dominada durante siglos por el imperio Otomano hasta la derrota y posterior desmembramiento sufrido como consecuencia de su derrota en la I Guerra Mundial.

El Líbano está hoy habitada predominantemente por árabes (95%) y armenios (4%), mientras que el amplio mosaico religioso -hay 17 sectas reconocidas- se divide entre musulmanes (59% entre chiítas, sunnitas, drusos, ismaelitas y alaitas), cristianos (39% entre católicos maronitas, ortodoxos griegos, católicos sirios, católicos melquitas, ortodoxos armenios, católicos sirios, católicos romanos, caldeos, asirios, coptos y protestantes), mientras que el resto registra solamente un 1,3%.

Muchos cristianos libaneses -cabe aclarar- no se identifican a sí mismos como árabes sino como descendientes de los antiguos cananeos y prefieren ser llamados fenicios.

Su población asciende a 3.874.050 personas, según estimaciones del corriente año, cifras ahora indicativas, dados los muertos y el éxodo registrado como consecuencia de los últimos enfrentamientos.

El país abarca 10.400 kilómetros cuadrados y limita solamente con Israel (79 Km.) y Siria (375 Km.).

SINTESIS HISTORICA

Desde la caída del imperio Otomano el Líbano estuvo luego bajo el protectorado de Francia hasta 1994 y si bien había proclamado su independencia el 26 de noviembre de 1941, esta fue reconocida recién dos años más tarde.

País extraordinariamente rico y no en vano llamado la “Suiza” del Cercano Oriente hasta los años 70 del siglo pasado, se vio enfrascada en una devastadora guerra civil entre cristianos y musulmanes.

En el año 1982 Israel invadió el sur del Líbano, con el objeto de expulsar a las fuerzas de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), lideradas por Yasser Arafat.

En mayo de 1983 se alcanzó un acuerdo de paz entre Israel y el Líbano que no llegó a ser ratificado, a pesar de lo cual Israel inició una retirada unilateral dejando en manos del “Ejército del Sur del Líbano” -sucesor del “Ejército del Líbano Libre” (FLA) de Saad Haddad- una “zona de seguridad” o de contención de 850 kilómetros cuadrados. Sus fuerzas quedaron entonces de espaldas a Israel, resistiendo los embates del entonces incipiente Hizballah.

El Acuerdo de Taif, patrocinado por Arabia Saudita y firmado el 22 de octubre de 1989, dio por terminada la guerra civil de Líbano en 1990. Esto redujo el poder de los cristianos maronitas frente a los musulmanes, en cuanto a la futura participación de ambos sectores en el gabinete. Sin embargo, los últimos acontecimientos e informaciones de último momento llegadas desde el Líbano, hacen presumir que el Hizballah cuestionaría la validez futura de este acuerdo, con el objeto -según se afirma- de incrementar el nivel de participación de la rama chiíta libanesa en las funciones de gobierno, algo que solamente podría lograrse mediante una nueva reforma institucional, algo que pondría nuevamente al país al borde de la guerra civil.

Finalmente el Estado judío retiró en mayo de 2000 a sus tropas por debajo de la frontera internacional, en cumplimiento de la resolución 425 del Consejo de Seguridad de la ONU.

El 2 de septiembre de 2004 y durante su sesión 5028ª, el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó la Resolución 1559 que pedía que todas las fuerzas extranjeras estantes se retiraran del Líbano; exhortaba a que se disolvieran y desarmasen todas las milicias libanesas y no libanesas; apoyaba la extensión del control del Gobierno del Líbano a todo el territorio del país; declaraba su apoyo a un proceso electoral libre y limpio; y finalmente exhortaba a todas las partes a cooperar con dicho Consejo para la aplicación plena de esa Resolución y todas las demás relativas al restablecimiento de la integridad territorial, la soberanía plena y la independencia política del Líbano.

La presencia de tropas sirias en el Líbano se basaba en requerimientos del gobierno libanés y en la falla de este en implementar todas las reformas constitucionales establecidas oportunamente en los acuerdos de Taif.

Una vez retirado Israel, numerosos grupos políticos libaneses habían comenzado a demandar el retiro de las tropas sirias del país, algo que no pudo concretarse hasta el asesinato del ex primer ministro Rafiq Hariri -ocurrido en febrero de 2005, mediante una explosión masiva perfectamente calculada que lo mató junto a otras 20 personas- , hecho por el que fueron acusados miembros prominentes del gobierno sirio de Bashar Al-Assad y funcionarios pertenecientes a los servicios de inteligencia y seguridad del Líbano.

Ese hecho detonó la llamada “Revolución de los Cedros” y finalmente Siria debió abandonar el país en abril de 2005, hecho que fue seguido por las primeras elecciones legislativas luego de la guerra civil, que permitieron al bloque liderado por Saad Hariri -hijo del asesinado ex premier- alzarse con una mayoría de dos tercios.

LAS INSTITUCIONES

 Poder Ejecutivo

 El Poder Ejecutivo está integrado por el jefe de Estado, general Emile Lahoud (desde el 24 de noviembre de 1998, cristiano maronita, prosirio), el primer ministro Fuad Siniora (desde el 30 de junio de 2005, sunnita) y el viceprimer ministro Elías Murr (desde abril de 2005, cristiano maronita) La Constitución dicta que el Presidente es elegido por la Asamblea Nacional por un término de seis años.

La última elección tuvo lugar el 15 de octubre de 1998 y de no haber cambios la próxima será en 2006 basada en una extensión de tres años. Debe tenerse en cuenta que el 3 de septiembre de 2004 la Asamblea Nacional resolvió extender por una amplia mayoría (96 a 29) el mandato del actual presidente, Emile Lahoud, decisión en la que Siria tuvo una influencia decisiva. El general Lahoud había sido elegido en 1998 por 118 votos a favor, 0 en contra y 10 abstenciones.

Según los acuerdos que continúan vigentes, el primer y viceprimer ministro son designados por el Presidente, en consulta con la Asamblea Nacional. Asimismo, el Presidente debe ser cristiano maronita, el primer ministro musulmán sunnita y el portavoz de la Legislatura musulmán chiíta.

Las principales autoridades son actualmente -además del presidente Emile Lahoud-, el primer ministro sunnita Fuad Siniora y el portavoz del Parlamento, Nabib Berri, líder de la milicia AMAL aliada del Hizballah (entre ambas organizaciones existieron en el pasado graves enfrentamientos) y figura estrechamente ligada al gobierno sirio.

Poder Legislativo

La Asamblea Nacional o “Majlis Alnuwab” cuenta con 128 miembros electos por voto popular de acuerdo a una representación proporcional sectaria, respetando el nuevo sistema de poder pactado en los Acuerdos de Taif, los que seguramente serán contestados en los próximos meses, en que el movimiento Hizballah intentará explotar los resultados de su último enfrentamiento con el Estado de Israel.

 Poder Judicial

El Poder Judicial cuenta con cuatro Cortes de Casación (cuatro civiles y una criminal), un Consejo Constitucional (ver en Acuerdos de Taif las normas sobre constitucionalidad de las leyes) y el Consejo Supremo (entiende en los cargos contra el presidente y el primer ministro, cuando llega a esa instancia).

LA GUERRA ENTRE ISRAEL Y EL HIZBALLAH

Hizballah o “Partido de Dios” libanés

El Hizballah (“Partido de Dios”) es una organización política-militar terrorista, perteneciente a la rama musulmana chiíta -con representación en el parlamento del Líbano y hasta en el actual gabinete de ministros-, formada a partir de un núcleo integrado en 1983 por los grupos AMAL Islámico de Hussein Musawi y el liderado por Subhi Tufayli en el Valle de la Bekaa, al cual se sumaron elementos del Partido Daweh, de la Asociación de Estudiantes Musulmanes y de grupos de religiosos chiítas del Líbano.

La génesis del Hizballah puede en realidad remontarse varias décadas atrás. La historia política libanesa moderna surge del Pacto Nacional de 1943, basado en una suerte de “constitución” sancionada en 1926 y en un censo de 1932. El nacimiento y sostenimiento del sistema confesional existente en El Líbano -que nació como un compromiso interino para asegurar la pacificación del país-, fue posteriormente socavado por diferentes factores. Entre las causas principales que culminaron en la sangrienta guerra civil iniciada en 1975, cabe mencionar los profundos cambios operados en la relación de fuerzas entre los diferentes grupos religiosos y étnicos del país, el progresivo protagonismo de las fuerzas palestinas, y la ruptura del precario equilibrio resultante por la evolución de la situación descripta.

El punto de partida para la movilización chiíta fue una reunión mantenida en 1969 en la ciudad de Najaf, Irak, en la que participaron eminentes clérigos chiítas, ente los que cabe mencionar a Musa Sadr, Subhi Tufayli, al jeque Hussein Al-Kourani y el jeque Hassan Malak.

El posterior surgimiento del Partido Baath («Resurgimiento») en Irak, que impuso un régimen secular en este país árabe, obligó a los clérigos chiítas a emigrar al Líbano.

El Alto Consejo Chiíta, liderado por Musa Sadr, luego de un progresivo ascenso del mencionado clérigo, fue el verdadero vehículo para la movilización de una poderosa fuerza religiosa en el Líbano. Este importante dirigente (desaparecido en 1978 en un viaje entré Libia y Siria), organizó la primera milicia chiíta, cuyo nombre fue Harakat AMAL, verdadero semillero del actual Hizballah.

Los principales acontecimientos que condujeron a la fractura de AMAL y a la posterior fundación del Hizballah, fueron la revolución iraní de 1979 liderada por Jomeini y la invasión israelí al Líbano en 1982.

Actualmente, su condición de partido político tiende a cubrir con una cierta legalidad a esta organización, que cuenta con un aparato clandestino constituido por una gran cantidad de grupos y subgrupos, integrados por células especialmente entrenadas para el desarrollo de actividades terroristas a nivel regional e internacional.

No existe para las organizaciones extremistas chiítas controladas por Irán, como el Hizballah y sus brazos armados, ya mencionados, otra solución válida que aceptar al mundo con sumisión y tal cual es, o cambiarlo violentamente con el objetivo de instaurar un nuevo orden “alumbrado” según su particular concepción religiosa. No se trata ya de apoyar reivindicaciones regionales en el Medio Oriente -como el derecho a combatir al sionismo e incluso destruir a Israel-, sino el intento de hacer realidad de manera cruenta el sueño de instauración de un nuevo orden mundial concebido por Jomeini y que continúan sus sucesores y discípulos. Entre estos se cuentan, obviamente, los líderes, cuadros endurecidos y seguidores del Hizballah y sus grupos y subgrupos, como el Yihad Islámico y Ansar Allah, que concibieron, planificaron y ejecutaron los sangrientos atentados llevados a cabo en la Argentina en 1992 y 1994, respectivamente.

El Hizballah pertenece al sector más extremista de la rama chiíta del Islam y está influido por la espiritualidad y el legado del extinto Ayatolá Ruhollah Jomeini, como también gravemente comprometido con la plataforma y agenda política que este líder legara a sus sucesores.

El líder espiritual del Hizballah -también lo es para toda la comunidad chiíta libanesa- es el jeque Mohammed Hussein Fadlallah, considerado por los expertos internacionales como un erudito en teología islámica.

El Estado Mayor o “Consejo Consultivo del «Partido de Dios»”, que se conoce en lengua árabe como Shura, tiene actualmente como líder al jeque Hassan Nasrallah. Esta Shura depende a su vez del Consejo de Defensa Iraní, basado en Teherán, quien la inspira espiritual y políticamente y le brinda los lineamientos estratégicos en concordancia con los objetivos de la revolución iraní. Entre sus miembros históricos más destacados puede mencionarse el jeque Hussein Musawi, cabeza del Clan Musawi, hermano del asesinado jeque Abbas Musawi. También, Immad Mugniyeh, alias “Carlos el Iraní”, con un frondoso prontuario caracterizado por acciones terroristas y a quien se considera el ideólogo de la formación de escuadrones suicidas; asimismo, figuras representativas de los clanes que gobiernan el sur del Líbano.

Es por ello que resulta ingenuo pensar que este movimiento terrorista pueda haber llevado a cabo el reciente acto de provocación contra Israel, sin contar con la aquiescencia del gobierno iraní, deseoso de distraer la atención internacional sobre la evolución del actual contencioso nuclear.

Al activar la provocación de su válido, el Hizballah libanés, Irán intentó trasladar el centro de gravedad de su contencioso nuclear a la periferia de su “esfera de influencia” en la región mesoriental, no sin amenazar nuevamente también a EE.UU. con atacar blancos vinculados a ese Estado en todo el mundo, como sucedió con objetivos israelitas en Buenos Aires en 1992 y 1994.

Efectivamente, El Ministro de Inteligencia iraní Gholam-Hussein Mohseni-Ezhei, manifestó el 13 de julio que «si América o cualquier otro país ataca a Irán, estará poniendo en peligro sus intereses y su vida económica, política, y social”. Esto lo confirma también The Middle East Media Research Institute, citando a la Agencia IRNA (http://www.irna.ir/fa/news/view/line-2/8504259863110433.htm), que dice: “El mismo país que intente atacar a Irán necesita saber que pagará un precio exorbitante. América no tiene el valor de tomar tal acción contra Irán, ya que en este evento pondremos en peligro todos sus intereses vitales. Las fronteras geográficas de nuestra guerra contra los americanos no se limitarán simplemente al suelo americano. Al contrario, tendremos como objetivo todos los intereses de este país alrededor del mundo».

El Hizballah es responsable de numerosos hechos terroristas; más de doscientos registrados hasta el momento -para hacer un cálculo conservador-, que han arrojado alrededor de 800 personas muertas. Los más notorios son los ataques suicidas contra la Embajada de los EE.UU. y los cuarteles de los Marines en Beirut en octubre de 1983 y contra el anexo de esa representación diplomática en la misma ciudad, en septiembre de 1984.

Uno de sus brazos armados, el Yihad Islámico, asumió la autoría del atentado contra la Embajada de Israel en Buenos Aires, en el mes de marzo de 1992.

Uno de sus subgrupos, conocido por Ansar Allah, “Seguidores de Dios”, asumió dos años después la autoría del ataque suicida contra la sede de la AMIA en Buenos Aires el 18 de julio de 1994 y contra el avión panameño que, al día siguiente, explotó a media altura luego que un suicida de nacionalidad libanesa hiciera detonar un artefacto que llevaba consigo.

Sería imposible enumerar la extensa lista de atentados criminales llevados a cabo por esta verdadera formación terrorista conocida como “Partido de Dios”.

Si se avizora en este momento el futuro recrudecimiento de ataques terroristas por parte del Hizballah, es porque no ha escapado a la atención de los especialistas en Medio Oriente las consecuencias que puede tener en terceros países el grave enfrentamiento todavía latente en el Líbano. El Hizballah cuenta en este país con varios miles de miembros, incluyendo cuadros endurecidos, escuadrones suicidas y militantes, estructura que puede haber quedado debilitada durante la reciente guerra, pero que se encontraría en pleno proceso de reorganización.

También, en otros lugares del mundo, incluyendo EE.UU., que tiene más cuadros del Hizballah en su territorio, que los que podrían existir en la Triple Frontera, según un informe recibido por quien les habla hace poco tiempo y cuyo contenido realmente impresiona.

Las fuerzas del Hizballah y la de sus grupos y subgrupos operaban en los suburbios de la ciudad de Beirut, el sur del Líbano y el Valle de la Bekaa. Aunque el resultado de la reciente guerra con Israel haya causado el repliegue y ocultamiento de algunos de sus cuadros armados, nada hace suponer que no continúe su actividad de manera clandestina.

Además, ha establecido aparatos de superficie y clandestinos en Africa, América del Norte (Canadá y EE.UU.), América del Sur, Europa y otros lugares, constituyéndose en una amenaza contra la seguridad internacional y la de las regiones y países involucrados.

En lo que a la Argentina concierne, se presume la existencia de células terroristas de esta organización en el país, responsable conjuntamente con Irán de los sangrientos atentados perpetrados en 1992 y 1994.

Cabe destacar que hasta el día de la fecha, no ha sido expuesta la red que operó en nuestro país para prestar apoyo logístico a los ataques contra la Embajada de Israel y el edificio de la AMIA.

Tampoco, la amplia red de desinformación montada por ciertos conspicuos personajes, que deberían ser asimismo investigados como sospechosos de desviar la investigación de los atentados y distraer a la opinión pública del principal objetivo de la Justicia, que es identificar y neutralizar la red de apoyo logístico que participó en el atentado contra la AMIA y el ataque precedente contra la Embajada de Israel.

El Hizballah controlaba antes de la reciente guerra los suburbios de Beirut, la mayor parte del sur libanés y el Valle de la Bekaa, con el patrocinio de Irán y de Siria, aunque la alianza con este último país es esencialmente táctica, en razón del carácter secular y laicista del gobierno del presidente Bashar Al-Assad. Promover el derrocamiento del actual gobierno sirio constituiría un gravísimo error de juicio por parte de EE.UU., Israel y sus aliados, ya que abriría el camino para la instauración de un régimen islamista sunnita con una agenda similar a la de la organización Al-Qaeda o a la de sus movimientos y grupos afiliados, en el marco de un escenario similar en muchos aspectos al del Irak post-Saddam Hussein.

Si en el futuro la evolución de los acontecimientos en el Líbano llegara a conducir a la desarticulación violenta del llamado “Partido de Dios” y sus organizaciones armadas, esto provocaría a su vez una “diáspora” de los grupos terroristas chiítas libaneses, una modificación de sus tácticas y un recrudecimiento de los ataques en el exterior.

Es notorio que el Hizballah recibe una ayuda substancial de Irán consistente en financiación, adoctrinamiento, armas, entrenamiento y explosivos, además de apoyo político, diplomático y organizacional.

El movimiento terrorista ha operado con diferentes nombres para lanzar sus ataques, a efectos de desviar la posibilidad de enfrentar tribunales penales, máxime cuando comenzó a operar como partido político, con representación en el parlamento libanés y hasta en el mismo gabinete de ministros.

Esos grupos son:

  • Yihad Islámico.
  • Yihad Islámico para la Liberación de Palestina
  • Resistencia Islámica
  • Organización Justicia Revolucionaria
  • Organización para los Oprimidos sobre la Tierra
  • Organización para Defender los Pueblos Libres
  • Organización para la Defensa de los derechos de los Prisioneros
  • Células Revolucionarias Arabes
  • Células del Comando Revolucionario
  • Guerreros de la Libertad
  • Seguidores de Dios (Ansar Allah), ejecutor del atentado contra la AMIA.

 

 

LA GUERRA Y SUS CONSECUENCIAS INMEDIATAS

 Aunque el reloj de ciertas catástrofes no relacionadas con las fuerzas de la naturaleza -tal el Huracán Katrina o el pasado Tsunami- suelen carecer de un calendario preciso, al menos para aquellos simples mortales que observamos y analizamos los acontecimientos mundiales, el resultado del conflicto entre Israel y el Hizballah, y la Resolución 1701 del Consejo de Seguridad de la ONU con su casi imposible implementación, sólo permiten percibir un nuevo desastre en el ya martirizado Líbano.

Resulta claro además que el Hizballah ha sumado a la sorpresa de su victoria política, militar, psicológica y comunicacional sobre el Estado de Israel, el hecho de poseer un nuevo e invalorable “arsenal” para la etapa de la post-guerra, como es por ejemplo una cantidad indeterminada de millones de dólares en efectivo -suministrados casi seguramente por Irán antes del inicio de las hostilidades- para paliar las necesidades de aquellas familias que perdieron sus viviendas como consecuencia de los bombardeos israelíes.

No existe dinero en el mundo, desde luego, que devuelva la vida a la enorme cantidad de civiles inocentes -incluyendo centenares de mujeres y niños-, asesinados por la cobarde utilización que hizo de ellos -cual escudos humanos- el movimiento terrorista Hizballah, con la funcional ayuda de Israel, cuyas acciones deberían ser adecuadamente investigadas.

La situación actual -en definitiva- no augura una probable evolución que culmine en la implementación de lo resuelto en el Consejo de Seguridad de la ONU. Por el contrario, todo parece encaminado hacia un nuevo estallido, en el que podrían participar esta vez y de manera directa otros actores regionales y extraregionales.

La Resolución 1701 

 Tal cual fuera manifestado por quien habla en un boletín anterior, no resulta para nada claro de qué manera la ONU va a resolver los problemas que puede originar el lenguaje de la Resolución 1701, más propio del Capítulo VII: Acción en Caso de Amenazas a la Paz, Quebrantamientos de la Paz o Actos de Agresión (Artículos 39-51), que del Capítulo VI: Arreglo Pacífico de Controversias (Artículos 33-38) bajo el cual ha quedado encuadrada.

El contradictorio lenguaje de la Resolución 1701, llama incluso a los Estados a refrenarse de vender armamento al Hizballah, pero no autoriza a alguno de estos a hacer cumplir un embargo que impida nuevos envíos.

La fórmula de tal Resolución resulta mas grave en el caso del Líbano, ya que la experiencia ha demostrado que las fuerzas de mantenimiento de la paz de la ONU sólo han tenido éxito operando en apoyo de acuerdos formales de paz entre Estados u otro tipo de actores enfrentados.

El movimiento Hizballah frente a la situación actual

 Dado el triunfo alcanzado en la etapa pasada del conflicto -por más que quiera “edulcorarse” el resultado-, resulta extremadamente difícil que exista forma alguna de presión política o militar al Hizballah por parte de las fuerzas encargadas de imponer a esta organización el cumplimiento de lo ordenado por la Resolución 1701 de la ONU.

Frente a esa dura realidad no existen demasiadas salidas: o el Hizballah acepta desarmarse -tal vez sumando sus efectivos y el material bélico oculto a las fuerzas armadas regulares del Líbano, como paso previo a una etapa política posterior-, o este país podría enfrentar una nueva y esta vez más sangrienta escalada bélica con Israel, si no una guerra civil que involucre otros sectores internos que comienzan a avizorar la fundación de una especie de “Hizballahstan” en parte de su propio territorio.

La muy inteligente y sin duda refinadamente elaborada estrategia del Hizballah, no puede tener otra dirección que convertir al Líbano en parte de un frente iraní contra Israel, transformando al país de los cedros en un Estado espejo del fundado por el ayatolá Ruhollah Jomeini, e involucrando a las fuerzas palestinas -o bien parte de ellas- en su acariciado proyecto regional.

Cabe aquí destacar que si bien Irán -como el Hizballah– lidera la rama chiíta del Islam extremista y está enfrentado a la red Al-Qaeda, mantiene muy buenos lazos con movimientos palestinos sunnitas como HAMAS  y la Yihad Islámica, a los cuales provee de cuantiosos fondos.

Los ataques indiscriminados de Israel contra blancos civiles -incluyendo la destrucción de infraestructura vital- no han logrado otro resultado que aumentar la adhesión popular a las organizaciones islamistas. Comparte así el Estado judío la misma ceguera que caracteriza a las acciones de EE.UU. en Irak, que ha sumido a este país en el caos, el sobresalto y en el camino hacia la guerra civil y su probable desintegración; además, en un odio profundo -obviamente comprensible- hacia todo aquello que represente los “valores” (léase mejor «disvalores») de Occidente.

Siendo el Hizballah parte del sistema político libanés -con catorce legisladores propios, cuatro más de origen cristiano adheridos y dos miembros del gabinete de ministros- debe comprender mejor que nadie la muy ambigua autoridad de UNIFIL en el sur del país, a lo cual se suma la debilidad que implica que esta fuerza hará lo posible “dentro de sus capacidades”, con el objeto de prevenir acciones hostiles en el área de operaciones a su cargo.

Resulta ingenuo suponer que UNIFIL estará en condiciones de imponer condiciones por la disuasión o la fuerza al Hizballah, cuando ni siquiera pudo lograrlo Israel con todo su poderío bélico.

Los cuadros de Hizballah circulan ya en el sur encubiertos como “comités de seguridad”, relevando y evaluando daños, y repartiendo dinero a manos llenas a pobladores afectados, sin discriminar si estos son musulmanes o cristianos. Dato este último a tener muy en cuenta, ya que este movimiento compró incluso a personas que eran consideradas hasta hace pocos años “colaboradores” de Israel.

Resulta dudoso -dado el ambiente reinante en todo Líbano-, que el ejército de este país intente siquiera desarmar a quienes realizan aparentemente tareas de socorro civil y asistencia social.

En consecuencia, la desmilitarización de la región sur se presenta como una quimera y la dura realidad indica que si las fuerzas regulares libaneses y UNIFIL pueden desplegarse en el sur -contando con la ventaja de no tener como mandato desarmar al Hizballah-, no habrá de suceder a pesar de lo que dicte Hassan Nasrallah, sino con su exclusivo consentimiento y permiso.

En cuanto al resto del país y más precisamente en los bastiones de Hizballah en el valle de la Bekaa y el sur de Beirut, habrá de resultar una misión casi imposible disminuir el liderazgo creciente de Hizballah y su carismático líder, como asimismo lograr la disolución de su brazo armado, tal cual ha sido ordenado por la Resolución 1701 y la precedente 1559/2004 del Consejo de Seguridad de la ONU, entre otras providencias del alto organismo mundial.

La situación de Israel

 El Estado de Israel se encuentra sumergido en una crisis política internas sin precedentes, cuyas raíces podían advertirse tiempo antes de la finalización de las acciones militares.

Cierto es que históricamente y en tiempos de guerra los dirigentes israelíes -aunque exceptuando tal vez los tiempos de Ariel Sharon-, derivaron las principales decisiones estratégicas militares en manos de la conducción de sus fuerzas armadas. Pero si bien no cabe duda que el peso de la derrota corresponde al Estado Mayor de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) -máxime porque el gobierno actual es de poca data y sus dirigentes carecen de conocimientos ni experiencia militar alguna- la responsabilidad máxima está en manos de quienes tienen la responsabilidad de la toma de decisiones estratégicas nacionales.

Las FDI han violado también el cese del fuego estipulado por la Resolución 1701, mediante la ejecución de una operación también fallida de una de sus unidades de comando de elite.

Asimismo, han prometido que atacarán blancos que consideren peligrosos para su seguridad, trátese de cuadros importantes de Hizballah, o lo que las FDI identifiquen como depósitos de misiles, suministro de material bélico desde el exterior, o transporte de cargas sospechosas circulando por líneas interiores del territorio.

Tales actitudes podrían quebrar el frágil equilibrio que separa la situación actual de un nuevo estallido, aunque puedan resultar comprensibles ante el vacío de poder creado por las falencias de la cuestionada Resolución de la ONU.

Conclusiones e ideas finales

La Resolución 1701 es un instrumento no sólo inútil sino también peligroso para asegurar la paz, la estabilidad y la reconstrucción del Líbano, situación explosiva, sin lugar a dudas, que mantiene al país a un paso del abismo.

No puede existir otra solución inmediata -para prevenir una nueva tragedia- que revisar la Resolución 1701 -en su espíritu y en su letra- y reemplazarla por las providencias insertas en el Capítulo VII  de la Carta de la ONU: Acción en Caso de Amenazas a la Paz, Quebrantamientos de la Paz o Actos de Agresión (Artículos 39-51).

Tal providencia podría otorgar la autoridad suficiente para que una fuerza multinacional  interviniente tuviera la suficiente autoridad para imponer el cumplimiento de los objetivos dictados en una nueva resolución, como sucedió en el Líbano a principios de la década inaugurada en 1980.

Haciendo hincapié en que Hizballah había rechazado esa posibilidad y amenazado con enfrentar a las fuerzas multinacionales, no se advierte otro camino si se desea realmente detener la cuenta regresiva que parece conducir a una nueva catástrofe en el Líbano.

EL CONFLICTO ENTRE ISRAEL Y LOS TERRITORIOS PALESTINOS (CISJORDANIA Y GAZA)

 ISRAEL

 GENERALIDADES

 Cuna de civilizaciones y cultura milenarias, que obviamente resulta imposible tratar en profundidad en esta oportunidad, el actual Estado de Israel ocupa un superficie de 20.770 kilómetros cuadrados, de los cuales corresponden 20.330 a tierra y 440 a agua.

 Limita con Egipto (266 Km.), la Franja de Gaza (51 Km.), Jordania (238 Km.), Líbano (79 Km.), Siria (76 Km.) y Cisjordania (307 Km.)

La población actual asciende a 6.352.117 personas, incluyendo 187.000 colonos en Cisjordania, cerca de 20.000 en las ocupadas Alturas del Golán y menos de 177.000 en Jerusalén Oriental.

La población actual es judía en un 80,1%, que se reparte aproximadamente entre un 32,1% nacido en Europa y el continente americano, desde EE.UU. a la Argentina, 14,6% en Africa y 12,6% en Asia, mientras que los no judíos (mayoritariamente árabes) ascienden a un 19,9%. Estas cifran responden a censos muy antiguos, por lo cual los porcentajes podrían diferir en la actualidad.

En cuanto a las confesiones religiosas, el país está conformado por judíos (76,5%), musulmanes (15,9%), cristianos árabes (1,7%), otros cristianos (0,4%), drusos (1,6%) y no especificados (3,9%).

AUTORIDAD NACIONAL PALESTINA

 En el marco del Acuerdo Interino Israelí Palestino, tanto Cisjordania como Gaza siguen ocupados por Israel y su status permanente deberá ser determinado en negociaciones futuras. Debe recordarse que Israel retiró a sus colonos y personal militar de la Franja de Gaza en agosto de 2005, aunque el secuestro de un soldado israelí ha vuelto a modificar la situación política-militar.

 Gaza

La Franja de Gaza abarca 360 kilómetros cuadrados y limita con Egipto (11Km.) e Israel (51 Km.), con una costa sobre el Mar Mediterráneo de 40 kilómetros.

Su población alcanza según cifras de este año a 1.428.757 habitantes, predominantemente árabes palestinos (99,4%) y judíos (0,6%).

Predomina la religión musulmana, mayoritariamente sunnita (98,7%), cristiana (0,7%) y judía (0,6%).

Los habitantes hablan árabe, hebreo (lengua que dominan muchos palestinos) e inglés (comprendido por una gran mayoría).

Cisjordania

Cisjordania tiene 5.860 kilómetros cuadrados, de los cuales 5.640 son de tierra y 220 de agua.

Esta estimación, que se corresponde con el mapa, incluye Cisjordania, la Saliente de Latrun y el sector noroccidental del Mar Muerto, pero excluye el Monte Scopus. En el mapa expuesto  figuran Jerusalén Oriental y la llamada “tierra de nadie”, solamente para mostrar el área ocupada por Israel en 1967.

Limita con Israel (307 Km.) y Jordania (97 Km.) y es mediterránea, sin salida al mar.

Su población es de 2.460.492 personas, mayoritariamente árabes palestinos y otros (83%) y judíos (17%).

Predominan los musulmanes (75%, mayoritariamente sunnitas), judíos (17%) y cristianos y otros (8%).

Se habla árabe, hebreo (hablado por los colonos pero también por muchos palestinos) e inglés (ampliamente comprendido).

Un aspecto importante a destacar es que en las alturas de Cisjordania están las recargas principales de los acuíferos costeros de Israel.

De acuerdo con los tratados vigentes, la Autoridad Nacional Palestina no puede tener fuerzas militares convencionales, aunque sí fuerzas de seguridad pública.

SINTESIS HISTORICA

Israel obtuvo su Independencia  cuando se encontraba bajo Mandato de la Liga de las Naciones y Administración británica. Una vez culminada la II Guerra Mundial y el retiro británico del Mandato sobre Palestina y la decisión sancionada por la ONU de realizar una partición territorial en esa región para posibilitar la creación de un Estado judío y un Estado árabe,

culminó en una serie de guerras cuya consecuencia fue la anexión por parte de Israel de la parte correspondiente a los árabes.

El 25 de abril de 1982 Israel se retiró del Sinaí en cumplimiento del Tratado de Paz firmado con Egipto.

Las disputas territoriales y de otro tipo con Jordania fueron resueltas en el Tratado de Paz del 26 de octubre de 1994 entre este país e Israel. Además, Israel se retiró del sur del Líbano, el cual había ocupado desde 1982, con excepción de las llamadas Chacras de Shebaa, cuya controvertida ocupación continúa causando graves problemas en este momento.

Asimismo y en el marco de la Conferencia de Madrid en octubre de 1991, tuvieron lugar negociaciones bilaterales entre Israel y los representantes palestinos y entre Israel y Siria, en procura de un acuerdo permanente que nunca fue concretado gracias a la violencia que estalló más adelante entre el Estado judío, la ANP y las diferentes organizaciones palestinas y que duró desde 2000 hasta 2005.

LAS INSTITUCIONES

 Israel es una democracia de tipo parlamentaria.

 Poder Ejecutivo

 El Poder Ejecutivo está constituido por el Presidente y Jefe de Estado (Moshe Katsav, desde el 31 de julio de 2000), y por el Jefe de Gobierno y Primer Ministro (Ehud Olmert, interino desde el 4 de enero de 2006, luego reelecto).

El cargo de Presidente es casi ceremonial y el titular es elegido por un término de siete años El Gabinete es seleccionado por el Primer Ministro y aprobado por el Parlamento (Knesset).

 Poder Legislativo

El Parlamento o “Knesset” está compuesto de 120 miembros electos por voto popular por un término de cuatro años.

La última elección fue realizada el 29 de marzo de 2006 y la próxima está programada para 2010.

Los resultados de los recientes comicios dieron los siguientes porcentajes: Kadima (28%), Laborista (20%), Shas (13%), Israel Beiteinu (12%), Likud (11%), Unión Nacional (9%), Gil-Gimla’ey Israel LaKnesset (7%), Judaísmo Torah Unida (6%), Lista Arabe Unida (4%), Hadash (3%). Balad (3%).

Poder Judicial

El Poder Judicial está constituido por la Corte Suprema y los jueces son designados por el Presidente con carácter vitalicio.

Israel no tiene constitución y algunas de las funciones propias de una carta magna están insertas en la Declaración de Establecimiento de 1948, las Leyes Básicas del Parlamento (Knesset) y la Ley de Ciudadanía israelí.

El sistema legal es una mezcla de la ley común inglesa, regulaciones del Mandato Británico y en asuntos personales los sistemas legales judíos, musulmanes y cristianos. En diciembre de 1985 Israel informó al Secretariado de la ONU que no aceptaría la jurisdicción de la Corte Suprema Internacional.

Resulta importante destacar los principales acuerdos que parecieron iluminar el camino hacia la fundación de un Estado palestino, sin cuya concreción será mínimo el grado de probabilidad de ocurrencia de lograr la paz en esta convulsionada zona del Cercano Oriente.

ACUERDOS DE PAZ Y PLANES DE “DESCONEXION”

Acuerdos de Oslo (1993)

El entonces primer ministro israelí, general Yitzhak Rabin -asesinado el 4 de noviembre de 1995por un fanático judío llamado Yigal Amir-, conjuntamente con el líder de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), el también fallecido Yasser Arafat, acordaron la creación de una Autoridad Palestina conducida por un autogobierno provisional, dentro de los territorios  en Gaza y porciones de Cisjordania.

Fue soslayada en ese momento la crucial cuestión del derecho de los palestinos exilados a retornar a su patria, como asimismo el futuro de los asentamientos judíos establecidos en los territorios de Gaza y Cisjordania.

El asesinato del general Yitzhak Rabin constituyó uno de los principales hechos portadores de futuro que alteró la tendencia que se observaba hasta ese momento en el proceso de paz entre israelíes y palestinos.

Cumbre de Camp David (julio 2000)

La Cumbre de julio de 2000 en Camp David, en la que participaron Yasser Arafat y el entonces primer ministro israelí Ehud Barak, que finalizó sin mayores logros, aunque no sin haber al menos tratado puntos muy álgidos del contencioso, como los porcentajes de territorios en Gaza y Cisjordania que Israel estaba dispuesto a ceder a la parte palestina, como así también sectores en la ciudad de Jerusalén, caros a las religiones musulmana y judía. Asimismo, un trueque de territorio a favor de los colonos judíos en Cisjordania, a cambio de una porción en el desierto del Neguev, que los palestinos rechazaron por considerar que se intentaba canjear tierra fértil por arena.

Aunque el intento del entonces presidente Bill Clinton había fracasado, ambas partes convinieron continuar el proceso de negociación, destruido por el comienzo de la Intifada de septiembre de 2000, conocida como “segunda Intifada” o “Intifada de Al-Aqsa”, que estalló como rechazo a la presencia del entonces líder del partido Likud, Ariel Sharon, en la Explanada de las Mezquitas, lugar sagrado para los musulmanes.

La misma prensa de Israel calificó la actitud de Ariel Sharon como un gesto de “provocación y arrogancia” causante de la ira palestina, análisis que compartieron EE.UU., la Unión Europea y el mismo gobierno judío de ese momento.

Los sectores vinculados a Ariel Sharon, por su parte, responsabilizaron a Yasser Arafat de haber usado la presencia de su líder en ese sector sagrado musulmán para lanzar esa nueva protesta.

Resulta difícil pensar que quien fuera hasta hace pocos meses primer ministro israelí y uno de los militares y políticos más sagaces de ese país durante los últimos tiempos, no haya calculado de manera certera cuál iba a ser la reacción palestina -espontánea o no- a su irrupción en la Explanada de las Mezquitas.

Pero resultaría ingenuo pensar que el también hábil Yasser Arafat no percibiera en esa provocación un excelente pretexto para situarse en una posición de fuerza en las futuras negociaciones de paz.

De una manera o de otra, la represión israelí fue realmente desproporcionada, si no animada por otros propósitos, como descarrilar el proceso de paz e imponer tarde o temprano una “solución” unilateral al contencioso con la Autoridad Nacional Palestina.

Tal uso desproporcionado de la fuerza y el empleo de armamento pesado por parte de Israel contra protestas populares, fue no sólo un aviso para los palestinos en ese entonces -práctica represiva ya ensayada poco antes en otro teatro de operaciones contra fuerzas del Hizballah- sino un precedente a considerar para un análisis de los demoledores ataques de las fuerzas militares judías en el conflicto libanés iniciado hace poco tiempo.

“Parámetros de Clinton” (diciembre 2000)

El plan del entonces presidente Bill Clinton, lanzado poco tiempo antes de dejar la Casa Blanca, ofrecía a los palestinos control soberano sobre un Estado viable reconocido por la comunidad internacional, soberanía sobre el recinto sagrado de Al-Haram Al-Sharif y control sobre sectores árabes de la ciudad de Jerusalén, donde podría llegar a establecerse la futura capital.

Clinton resolvía la cuestión del retorno de los refugiados proponiendo que algunos volvieran al nuevo Estado, otros a Israel (con restricciones) y quienes lo quisieran a un tercer país o en su defecto recibir una compensación.

En cuanto a la parte israelí, se le ofrecía el derecho a permanecer en sus lugares al ochenta por ciento de los colonos de Cisjordania (muchos ubicados cerca de los límites de 1967), garantías de seguridad, control sobre los sectores judíos de Jerusalén, que podrían ser internacionalmente reconocidos como la capital del Estado judío y también de los lugares sagrados judíos en el Monte del Templo.

Los “parámetros” fueron aceptados por las partes por reservas, pero en este caso nuevas exigencias de Yasser Arafat imposibilitaron continuar con este nuevo intento de impulsar el proceso de paz.

Conversaciones de Taba, Egipto (Enero de 2001)

En el lugar turístico de Taba, mientras Israel lanzaba su demanda de controlar las fronteras del futuro Estado palestino y su contraparte formulaba por primera vez propuestas claramente detalladas, la presión pública israelí obligó a su Gobierno a abandonar estas negociaciones.

Iniciativa de Paz Saudita (Marzo de 2002)

El entonces príncipe heredero y actual rey de Arabia Saudita, Abdullah bin Abdulaziz al-Saud, promovió en marzo de 2002 un plan de paz -endosado por la Liga Arabe-, que nunca pudo implementarse por la oposición de Israel, pero tuvo la virtud de cambiar por primera vez la posición sobre el Estado judío por parte de los países árabes.

“Hoja de Ruta” (14 de mayo de 2003)

Luego del derrotero de tantos intentos frustrados se llega a la famosa “Hoja de Ruta”, que ahora se trata de nuevamente de implementar.
El 24 de junio de 2002, en presencia de Colin Powell, Donald Rumsfeld y Condoleeza Rice, entonces Secretario de Estado, de Defensa y Consejera de Seguridad Nacional, respectivamente, el presidente de los EE.UU., George W. Bush, declaró públicamente su compromiso a respaldar la creación de un Estado palestino independiente. Dijo entonces el presidente estadounidense que cuando el pueblo palestino tenga nuevos líderes, nuevas instituciones y nuevos acuerdos de seguridad con sus vecinos, los Estados Unidos de América apoyarán la creación de un Estado palestino, cuyos límites y ciertos aspectos de su soberanía serán provisionales hasta que sean resueltos como parte de un acuerdo final en el Medio Oriente.

El 30 de abril de 2003 el presidente George W. Bush emitió una declaración de singular importancia, en la que afirma que la “Hoja de Ruta” preparada por los EE.UU. en cooperación con Rusia, la Unión Europea y la Organización de las Naciones Unidas, había sido presentada a Israel y a los palestinos.

La “Hoja de Ruta”, tal como había sido diseñada por las partes antes mencionadas -que pasaron a ser conocidas como el “Cuarteto”- constaba de las siguientes fases:

Fase I (Hasta junio de 2003)

  • Por el lado palestino: fin de la violencia, de la financiación a grupos terroristas, comienzo de las reformas políticas comenzando por el borrador de una constitución y llamado a elecciones.
  • Por parte de Israel, el compromiso de congelar los asentamientos y comenzar la retirada de los territorios ocupados cuando retrocediera el terrorismo

Fase II (Junio 2003 a diciembre de 2003)

  • Debería ser creado un Estado palestino independiente con límites geográficos provisionales.
  • La supervisión del cumplimiento de la “Hoja de Ruta” debía quedar a cargo de observadores internacionales.
  • Convenir una conferencia internacional para ayudar la recuperación de la economía palestina.
  • Revivir conversaciones multilaterales en temas vitales, como derechos sobre aguas, control de armas y refugiados, entre otros.

Fase III (2004/2005)

  • Convocar a una segunda conferencia internacional cuyo objeto sería lograr un estatuto permanente en cuanto a límites definitivos, a la ciudad de Jerusalén, a los refugiados y a los colonos israelíes en los Territorio Palestinos.
  • Los Estados Arabes deberían firmar un acuerdo de paz con Israel, para dar así por terminado el conflicto.

Además de los acuerdos citados, merecen destacarse las siguientes iniciativas no gubernamentales:

“Los principios de Nusseibeh-Ayalon” (2002)

Este intento fue negociado por Ami Ayalon, ex director de los servicios de seguridad israelíes, y por Sari Nusseiben, presidente palestino de la Universidad Al-Qouds, quienes contaron con el concurso de decenas de miles de firmas israelíes y palestinas.

Sus principales puntos eran:

  • Reconocimiento del derecho de Israel y Palestina a existir como dos Estados soberanos.
  • Establecimiento de límites permanentes basados en aquellos existentes antes de la guerra de 1967, en las resoluciones más importantes de la ONU y en la iniciativa saudita.
  • Intercambio de tierras para facilitar la modificación de los límites de ambos estados.
  • Resolver que no quedarían colonos en el Estado palestino después de acordado los límites con el Estado judío.
  • Establecer a Jerusalén como una ciudad abierta y capital de los dos Estados, quedando garantizada la libertad de cultos y brindando acceso total a los fieles de todas las religiones.
  • Llamar a la creación de un fondo internacional para compensar a los refugiados palestinos.
  • Los palestinos retornarían al Estado palestino y los judíos al de Israel.
  • El Estado palestino sería desmilitarizado y su seguridad garantizada por la comunidad internacional.

“Acuerdos de Ginebra” (2003)

Estos Acuerdos estuvieron basados en los “Principios de Nusseibeh-Ayalon”, desarrollados por muchos de quienes participaron en anteriores negociaciones oficiales. Constituyó un avance importante, dado que incluía caminos de manera detallada, que ambas partes consideraron extraoficialmente viables.
Los puntos principales fueron:
  • Reconocimiento por parte de Israel y Palestina de que sus respectivos territorios serían la patria de sus respectivos pueblos.
  • Los palestinos tendrían el derecho a retornar y establecerse en el futuro Estado o permanecer en países huésped donde se encuentran actualmente (Siria, por ejemplo), mientras que Israel podría permitir el regreso de algunos a su territorio. También podrían otorgarse compensaciones en otros casos.
  • Palestina obtendría el 98,5 por ciento de los territorios ocupados.
  • La mayoría de los asentamientos en Gaza y Cisjordania serían desmantelados, lo cuál requeriría trasladar a la casi mitad de los colonos judíos, es decir a casi 115.000 personas.
  • Israel anexaría dos grandes asentamientos cercanos a Jerusalén, agregándolos a territorios en Jerusalén Oriental.
  • Jerusalén sería la capital de los dos Estados, dejando el recinto sagrado de Al-Haram Al-Sharif bajo control palestino (con supervisión internacional), mientras que el muro sur y el viejo barrio judío quedarían para Israel.

En noviembre de 2004 murió Yasser Arafat, luego de una crisis en su salud que fue motivo de no pocas controversias.

Las elecciones en enero de 2005 llevaron a la presidencia de la Autoridad Nacional Palestina a Mahmoud Abbas, hecho que fue acompañado en Israel por la coalición de gobierno

formada por el Likud, el Laborismo y Judaísmo de la Tora Unida, bajo el liderazgo del general Ariel Sharon, quien se encuentra en estado vegetativo.

Poco tiempo después fue ejecutado el llamado “Plan de Desconexión” de Israel de la Franja de Gaza y parte de Cisjordania.

La “desconexión” israelí de Gaza y Cisjordania

La llamada “desconexión” estuvo basada en razones de seguridad, demográficas y económicas (desarrollar) y en cumplimiento de ellos se evacuaron aproximadamente 8.000 colonos de 21 enclaves en la Franja de Gaza, se demolieron la casi totalidad de casas, sinagogas e instalaciones, como así también cuatro situados en Cisjordania.

Históricamente pueden citarse precedentes como las retiradas concedidas por el primer ministro Menajem Begin en el caso de los territorios ocupados en Egipto, los de su sucesor Yitshak Rabin con Jordania y finalmente aceptó Ehud Barak con la que realizó a los límites internacionalmente reconocidos con Líbano, línea aprobada por las Naciones Unidas.

Al momento de llevarse a cabo las evacuaciones, 65% de los israelíes estaban a favor del plan de Ariel Sharon, pero existió una muy dura oposición de los sectores religiosos, que creen que Cisjordania y Gaza les fueron dadas por Dios a los judíos.

Muchos colonos -sobre todo los más religiosos- creen aún que Gaza será reconquistada tarde o temprano y que lo mismo sucederá con Cisjordania –Judea y Samaria para ellos-, lo cual les pertenecería como un regalo de Dios o simplemente por derechos de conquista en guerra.

De hecho, las supuestas concesiones hechas en las operaciones de “desconexión” por parte de Israel en Gaza, encuentran como contrapartida la consolidación de algunos enclaves (Ariel, Maale Adumin y otros) el engrosamiento de otros y la expansión de los límites territoriales para expansiones futuras.

La actual barrera en construcción constituye sin dudas una frontera de facto o como mínimo una línea de demarcación, que incluye territorio internacionalmente considerado como palestino, Jerusalén Oriental y un porcentaje de territorio cercano a un 10 por ciento, más allá de la llamada “línea verde” que marca los límites entre las fronteras de 1949 y 1967.

Estas maniobras diseñadas por Ariel Sharon por las razones arriba indicadas, serán causa de nuevos y graves enfrentamientos en un futuro, ya que tal vez puedan existir canjes de territorios, pero será una misión imposible que sea aceptada por los palestinos la inclusión definitiva de Jerusalén dentro de los límites definitivos de Israel.

No obstante, se produjeron hechos en la vida política interna de Israel -como la creación del Partido “Kadima”, que crearon serios problemas, y que siguieron con la enfermedad de Ariel Sharon y su substitución por Ehud Olmert en marzo de 2006.

Muy poco después, se sucedieron los gravísimos acontecimientos, a partir de la muerte y captura de soldados israelíes por fuerzas palestinas y del movimiento Hizballah.

El añejo, prolongado y hasta el momento insoluble conflicto entre Israel y sus vecinos árabes     -pero en particular con la Autoridad Nacional Palestina- atraviesa en este momento una de sus instancias más dramáticas, que pueden definir las tendencias actuales por las próximas décadas.

La intransigencia observada en los bandos en pugna -Israel y el conglomerado de fuerzas palestinas- pero sobre todo por parte del Estado judío durante el liderazgo del ex primer ministro Ariel Sharon -que poco o nada hizo para respaldar a los sectores moderados encabezados por el primer ministro de la ANP, Mahmoud Abbas- ha terminado en el colapso del proceso de paz, colocando a la región al borde un estallido de graves proporciones.

Israel ha desarrollado acciones contraterroristas que han sido duramente cuestionadas por la comunidad internacional, siendo las más graves la eliminación física de dirigentes terroristas palestinos y los daños colaterales causados a la población civil, como consecuencia de una doctrina de guerra que vulnera las convenciones, tratados y protocolos internacionales.

Desde un punto de vista práctico y sin que ello implique justificar tales acciones, debe reconocerse que los ataques indiscriminados contra civiles judíos inocentes, incluyendo niños, por parte de organizaciones terroristas palestinas, ha conducido a los dirigentes del Estado de Israel a límites insoportables de tensión y a optar por  los asesinatos selectivos como un método de lucha que ellos consideran esenciales para su propia supervivencia.

Los territorios de Cisjordania y Gaza, que se encuentran bajo control de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), registran décadas de actividad islamista, ya que los Hermanos Musulmanes se establecieron en ellos en 1936.

 

El factor HAMAS

 HAMAS, que en lengua árabe significa “bravura” es una palabra formado por el acrónimo de su significado en esa lengua: Harakat al-Muqawamah al-Islamiyya, que significa “Movimiento de Resistencia Islámico”.

Las fuentes ideológicas en las que ha abrevado este movimiento terrorista -al igual que el esquema de su estructura organizacional- se remonta hasta los Hermanos Musulmanes de Egipto, que fue establecido en este país en los años 20 del siglo pasado pero que logró renovarse un poco más de cuatro décadas después -es decir en la década de 1960- extendiéndose a Jordania y otros países de la región.

Su ex líder espiritual, el jeque Ahmed Yassin, quién fuera asesinado por Israel, había registrado legalmente el movimiento en Israel en 1978, como una asociación islámica llamada Al-Mujamma Al-Islami, la cual comenzó a especializarse en el trabajo de asistencia social acompañado de predicación religiosa.

La Hermandad Musulmana, cambió posteriormente su carácter de movimiento predicador y dedicado a la asistencia social, para comenzar una serie de campañas violentas en la Franja de Gaza, donde cambió su nombre por el de “Movimiento de Resistencia Islámico” (HAMAS), presentándose como fuerza paralela a la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), liderada por Yasser Arafat.

No pocos expertos en terrorismo de raíz islamista afirman que HAMAS recibió secretamente ayuda de Israel, con el objeto de permitir su crecimiento y luego enfrentarlo al movimiento comandado por Yasser Arafat, que tenía en ese entonces el control total de la resistencia palestina.

El cambio de perfil de HAMAS acentuó su carácter palestino, además de dar énfasis al aspecto patriótico de su campaña.

Su plataforma fue publicada en agosto de 1988 y expresa de manera fehaciente su intención de eliminar al Estado de Israel, como asimismo de combatir a la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), aunque sin llamar a su desaparición. Asimismo, se define en esa Carta como el “brazo palestino de la Hermandad Musulmana. Una de las características interesantes que diferencia a HAMAS de la organización madre, es que mientras la primera promueve el triunfo del Yihad global antes de avanzar sobre Israel, la segunda establece el Yihad como medio exclusivo e inmediato para resolver el problema de Palestina, lo cual a su vez equivale a la eliminación del Estado judío de la faz de la tierra.

A principios de 1991 fueron creados en Gaza los primeros escuadrones de los llamados “Batallones de Izz Al-Din Al-Qassam”, cuyas primeras acciones fueron secuestrar y ejecutar a quienes consideraba espías o colaboracionistas palestinos con Israel, aunque a fines de ese año asesinaron a un residente judío, marcando con ello un nuevo cambio en su modo de operar.

La estructura de HAMAS en los Territorios Palestinos -es decir Gaza y Cisjordania- es una especie de combinación regional y funcional, en la que marcos idénticos y paralelos operan en cada región. En este caso se destacan:

  • Infraestructura (O “Dawa”, que significa predicación), a cargo de tareas de reclutamiento, distribución de fondos y designaciones.
  • Violencia “popular” en el marco de manifestaciones como las que pudieron observarse durante las últimas Intimadas.
  • Seguridad, consistente en reunión de información y detección de colaboradores del enemigo, que luego quedan a cargo de “comités de choque”, que se encargan de interrogarlos y llegado el caso de ejecutarlos.
  • Información, a cargo de prensa y difusión, publicaciones, panfletos, etc.

Como casi todas las organizaciones extremistas sofisticadas de ambas ramas del Islam que han adoptado el terrorismo como arma principal en la estrategia de guerra asimétrica que libran con Israel, HAMAS cuida muy bien la separación entre los aparatos de superficie y clandestinos, a efectos de no perjudicar la actividad pública de predicación y obra social, que es la que permite la ampliación de la base de apoyo del movimiento.

En dicha base de apoyo surgen las “vocaciones” inclinadas a la violencia, que luego de probarse en acciones de violencia pública pasan a integrar el aparato militar y de éste según cada caso se pasa a las células clandestinas de ataque.

Esa clara separación pública, es funcional al diseño especialmente concebido para desconectar de responsabilidades judiciales por atentados terroristas al aparato de superficie y a los líderes políticos del movimiento. La dificultad de probar ante un estrado judicial la responsabilidad por un atentado, se agrava por el hecho de que las acciones terroristas suicidas carecen del testimonio de alguien que luego pudiera atestiguar, como ha sucedido en casos vinculados al terrorismo secular.

La generosa financiación del movimiento HAMAS por parte de actores estatales como Irán y no estatales de organismos sauditas y otros países árabes del Golfo. El por qué de la financiación de un gobierno como el de Irán, perteneciente a la rama chiíta del Islam, a un movimiento de la rama sunnita como HAMAS no suele ser comprendido y a veces tampoco es aceptado por muchos especialistas, dadas las masacres sectarias que existen actualmente en Irak. La explicación puede encontrarse en el hecho de que para Irán resulta importante financiar a HAMAS, con el objeto de crear problemas de seguridad a Israel lo más cerca posible de sus fronteras e incluso dentro de ellas cuando de atentados terroristas se trata.

Algo similar aunque con un mayor grado de compromiso sucede con la “Yihad Islámica” palestina, que a pesar de ser sunnita está inspirada en la revolución iraní y en el pensamiento de su difunto líder el gran ayatolá Jomeini, cuyo brazo armado son las Brigadas Al-Qouds (“Jerusalén”) y como en el caso de HAMAS cuenta con una importante cantidad de cuadros en los Territorios Palestinos.

Una compleja red de asociaciones de caridad en todo el mundo, incluyendo EE.UU., canaliza los fondos que llegan a las cuentas de instituciones palestinas controladas por HAMAS, las que a su vez derivan una parte importante a la rama militar clandestina y a sus células de ataque y logísticas en los Territorios Palestinos, en la región y en otros lugares del mundo.

La arrolladora tarea de predicación y de asistencia social de HAMAS -tal como sucede con el Hizballah en el Líbano y ahora también peligrosamente en Irak- le ha permitido crear un poder paralelo al del Gobierno de la Autoridad Nacional Palestina primero, y a ganar las últimas elecciones después.

Ello no hubiera sido tal vez posible -dado el carácter más  secular que laico de las facciones vinculadas al movimiento Al-Fatah heredado de Yasser Arafat-, si no fuera por el alto grado de corrupción que caracterizó a los dirigentes de su Administración, como también de la de su actual sucesor Mahmoud Abbas.

Como se sabe, luego de triunfo de HAMAS fue designado como primer ministro uno de los principales dirigentes del ala política de ese movimiento, Ismael Haniya -considerado un moderado-, mientras que el líder del aparato militar Khaled Mescal se encuentra refugiado en Damasco, donde tiene su cuartel general.

Los últimos acontecimientos registran una creciente licuación del poder gubernamental en Gaza y Cisjordania, aumentando el peligro de una guerra total entre facciones, en el marco de los ataques que realiza Israel y que han causado la muerte de civiles inocentes.

La probable evolución de los acontecimientos en cuanto a las relaciones de un gobierno integrado por HAMAS con Israel, no permiten avizorar que este movimiento acepte las condiciones para recibir apoyo económico del exterior, que son el reconocimiento de Israel, abandono de la violencia y aceptación de los acuerdos internacionales firmados por las autoridades palestinas.

Mientras subsista o se agrave la crisis existente, será poco probable que pueda implementarse la “Hoja de Ruta” o cualquier otro tipo de acuerdo tendiente a concretar la solución largamente acariciada de crear un Estado palestino soberano e independiente.

Las posiciones de HAMAS e Israel continúan siendo irreductibles, ya que el movimiento  parece decidido a no reconocer al Estado judío hasta que este reconozca los derechos nacionales del pueblo palestino y que se ponga punto final a la ocupación sobre la base de que nada cambie la situación de los límites existentes antes de la guerra de 1967, sin acuerdo de la parte palestina, algo a lo que Israel quedó de alguna manera comprometido con su pretendida aceptación de la “Hoja de Ruta”.

Por otra parte y a pesar de que Israel tal vez no ha elaborado aún la derrota sufrida en Líbano a manos del Hizballah -algo que puede percibirse por las señales emanadas del gobierno de Ehud Olmert al finalizar la guerra reciente-, es su escasa disposición a avanzar en nuevas negociaciones de paz. Ello, a pesar de que un experto senior en seguridad como Efraim Halevy, quien fuera asesor de seguridad nacional del primer ministro Ariel Sharon (2002-2003), director del Mossad (1998-2002) y embajador en la Unión Europea (1996-1998), afirma que las acciones israelíes y estadounidenses para sacar a HAMAS del gobierno palestino están erradas y que esos esfuerzos dañarán los intereses vitales de Israel. Este ex funcionario de alto rango basa sus dichos en que no se puede ignorar el elemento central que es HAMAS para la sociedad palestina, y que ello debería aprovecharse mientras mantenga el apoyo de la mayoría.

Las tendencias observadas permiten concluir que el Estado de Israel -salvo que una amenaza imprevista contra su seguridad nacional aconseje lo contrario- sólo aceptará en un futuro la existencia de un Estado palestino, en la medida en que pueda dictar las condiciones para su fundación. Tales condiciones -por ejemplo y por sobre todo conservar la ciudad de Jerusalén como capital “eterna” del Estado de Israel- podrían llegar a ser inaceptables, no sólo para la parte palestina, sino también para los Estados musulmanes y árabes de la región.

El camino hacia la paz es, en este momento, ante tanta intransigencia, una “hoja de ruta” que sólo puede conducir a más terrorismo en la región y en el mundo.

CONCLUSIONES

La situación actual de todos los conflictos descriptos es realmente dramática y los escenarios que pueden percibirse como resultado de la probable evolución de los acontecimientos, resultan mucho más graves todavía, en razón de que se avizora un crecimiento regional y global del terrorismo islamista, como además la conformación de ejes políticos y militares que podrían enfrentar en una guerra de proporciones incalculables a ambas ramas del Islam.

IMPACTO DE LA SITUACION EN IBEROAMERICA

 Convergencia de actores estatales islamistas y marxistas-leninistas y de la izquierda iberoamericana

 Lo primero que puede observarse es el proceso de convergencia que existe entre actores estatales como Irán, por un lado, y Venezuela, Cuba y Bolivia por el otro, cuyas agendas sólo pueden tener como objetivo común enfrentar a los EE.UU. y sus aliados.

A dicha agenda confluyen numerosas Organizaciones No Gubernamentales (ONGs), que cuentan con una importantísima financiación por parte de actores estatales, no estatales y donantes particulares.

No son ajenos a este proceso de convergencia formaciones como el denominado “Foro de San Pablo” y “Foro de Porto Alegre”, que son solo algunas de las bisagras visibles entre las alas del islamismo y de sectores de la extrema izquierda de Ibero América.

Dicho proceso se ve acompañado por la peligrosa agenda política de algunos gobiernos de países europeos -tal el caso de la España de José Luis Rodríguez Zapatero-, que por malicia o ignorancia abren las puertas al peligro islamista.

No son pocos los dirigentes políticos -en todo el mundo- que consideran que organizaciones terroristas como Al-Qaeda y el Hizballah son de alguna manera aliados en la lucha contra la hegemonía global de los EE.UU.

Mas allá de las razones para tal comportamiento político, puede verse de que manera muchos países bajan sus defensas, creando las condiciones necesarias para que el peligro terrorista pueda crecer y desarrollar sus actividades amparados por la vigencia de un “garantismo” suicida, olvidando hasta el objetivo proferido por Al-Qaeda, que reclama el derecho a “reconquistar” España para añadirla como una perla más a la corona de su soñado califato.

Sería asimismo injusto acusar solamente a la izquierda de dejarse deslumbrar por la perspectiva de ver debilitado a los EE.UU. y a sus aliados aunque sea a manos de tamaños enemigos, porque Internet está infectada de mensajes con deseos y loas de gloria y victoria al terrorismo islamista, firmados por personas que de “zurda” -sea disculpada esta expresión- solo tienen la mano izquierda cuando nacen con esa característica.

 Convergencia entre el islamismo terrorista,  la izquierda insurreccional y el crimen organizado

 La conexión entre terrorismo y crimen organizado se incrementa notablemente a partir de la declinación del volumen de respaldo de Estados a grupos terroristas, que comienza con el desmembramiento del bloque soviético, aunque ya existía el precedente en Colombia de  la ecuación FARC-Narcotráfico.

Desde hace más de quince años ha crecido notablemente la relación entre el crimen organizado transnacional y el fenómeno cambiante del terrorismo con alcance global. Esto ha sido muy bien expuesto en estudios sobre modelos de convergencia entre terrorismo y crimen organizado, realizados por expertos como la criminóloga Tamara Makarenko y el argentino Juan Belikow.

El cuadro expuesto con diapositivas en esta disertación es tan solo un muestreo de las alianzas que se han establecido hasta el presente, aunque tales lazos son extremadamente sutiles en caso de organizaciones altamente secretas como Al-Qaeda Central, dados los temores a una penetración de la inteligencia enemiga o a una fuga de información que pueda conducir a la localización de sus comandantes y cuadros más valiosos. Sobre todo en el caso de pandillas de extrema peligrosidad como las denominadas “Maras Salvatruchas”, que están bajo constante vigilancia.

La sinergia que se produce entre terror y crimen contribuye sin duda a debilitar las alianzas internacionales, a licuar el poder político de los Estados y a minar  progresivamente la efectividad de las fuerzas de seguridad y policiales.

 La dirigencia política en el ámbito mundial no ha comenzado siquiera a tomar conciencia de este fenómeno de convergencia mencionado y muchos de sus dirigentes parecen a veces coincidir en que la exposición de esta realidad es sólo el producto de thinks tanks y expertos cuyas exposiciones están dirigidas a alentar casus bellis que alienten la intervención militar estadounidense en teatros como Colombia y la Triple Frontera, para citar sólo dos ejemplos.

La cibernética usada en términos de terror-espacio y crimen-espacio por sociedades criminales y las organizaciones terroristas más sofisticadas, como la mafia rusa y Al-Qaeda, por ejemplo, hacen extremadamente difícil la detección de contactos y operaciones.

Los cerebros del tecnoterrorismo marchan siempre un paso delante de las fuerzas de la ley, cuando se trata de detectar medidas y contramedidas de seguridad para penetrar la defensa de los blancos.

La actual situación en Bolivia es sin duda otro importante y sensible factor de riesgo que hace a la seguridad regional, dado que las organizaciones terroristas de signo islamista -que cuentan con células en Paraguay y Brasil- podrían ver en ella una oportunidad para establecer sus redes lejos del monitoreo de países vecinos.

No en vano se registran desde hace muchos años viajes de personajes vinculados a organizaciones etno-nacionalistas de países iberoamericanos a centros de formación religiosa islamista y tal vez también a campos de entrenamiento en Paquistán.

En este panorama que se levanta en el futuro de Bolivia y regiones adyacentes, el terrorismo con perfil etnonacionalista podría convertirse en una nueva amenaza contra la seguridad regional, diferente al de Al-Qaeda o el Hizballah, pero parte al fin de una de los más graves desafíos que puede percibirse en el escenario de Ibero América.

Las acciones conjuntas que tienen como eje en Colombia al narcoterrorismo encabezado por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), a los carteles de la droga ligados también a otras formaciones políticas como la anticomunista Fuerzas de Autodefensa de Colombia, y a sociedades criminales como la mafia rusa, deben encontrar una respuesta definitiva, que no puede terminar sino en la derrota y rendición incondicional y en la erradicación definitiva de esos flagelos de nuestra región.

 El cuadro de situación actual, con eje en Colombia y Venezuela, y además en los Andes Centrales, que incluye la presencia de actores estatales y no estatales islamistas, se agrava con la existencia de una constelación de gobiernos en Sudamérica, que por razones ideológicas y políticas rechazan contar con un plexo legal en el cual puedan respaldarse acciones contra las nuevas amenazas.

En el caso de la Argentina, al desafío islamista global y regional se suma el peligro del narcoterrorismo que tiene epicentro en Colombia -encabezado por las FARC-, como también en Bolivia, organizaciones todas ellas aliadas con sociedades criminales asentadas en esos países y en casi toda la región.

Potenciales atentados

 La República Argentina no ha estado, está ni estará al margen de la guerra global ni de lo que sucede en Cercano y Medio Oriente, entre otras cosas porque ya tuvo su bautismo de sangre a manos del terrorismo islamista, de signo diferente a Al-Qaeda, pero islamista al fin, que de manera alguna ha quitado a nuestro país de la lista de blancos permanentes y/o de oportunidad.

El desafío de Al-Qaeda alcanza al país de manera plena, porque su comandante e ideólogos son lo suficientemente inteligentes y cultos, como para saber que el  país es mayoritariamente blanco, católico y que, además, cuenta con una de las colectividades judías cualitativa y cuantitativamente más importantes en el ámbito mundial; colectividad que además está históricamente ligada al Estado de Israel desde el momento mismo de su fundación, como casi otras similares de la Diáspora.

 En cuanto a organizaciones como el Hizballah, el país estaría a salvo de nuevos ataques en la medida en que el conflicto en el Líbano no estalle nuevamente, dado que en ese caso sería ridículo pensar que no lanzaría nuevos ataques, como se ha reiterado en fecha reciente.

Lo mismo ocurriría si Irán fuera atacado por EE.UU., Israel o una coalición de países, como sucedió en Irak, ya que en ese caso se activarían las células de ataque en casi todo el mundo.

Lo han afirmado dirigentes iraníes y del mismo Hizballah al más alto nivel y, como dice un conocido axioma judicial, “a confesión de partes relevo de pruebas”.

Deben en consecuencia arbitrarse las medidas necesarias para prevenir los efectos negativos y/o peligrosos para nuestra seguridad nacional del potencial impacto de los sucesos en Medio Oriente y otras regiones, a través de cualquiera de las formas descriptas e incluso de su convergencia o combinación con las restantes.